Mons. Reinaldo Nann

miércoles, 15 de febrero de 2012

Siempre en las manos de Dios


15-02-2012 L’Osservatore Romano

Perdón, esperanza, confianza: son las tres palabras que hacen de la invocación de Jesús ante la inminencia de la muerte una indicación comprometedora para «nuestra oración» y «la abren también a una confianza serena», haciéndonos entender que «no caeremos nunca fuera de las manos de Dios». Es el sentido de la reflexión que Benedicto XVI, continuando su meditación acerca de la oración de Jesús en la cruz, propuso este miércoles 15 de febrero, por la mañana, a los fieles presentes en el aula Pablo VI para la reunión habitual de la audiencia general.

Comentando la narración propuesta por el Evangelio según san Lucas, el Papa evidenció las diversas invocaciones que Jesús moribundo dirige al Padre, con la acogida de la súplica del pecador arrepentido dirigida a él mismo. El primer aspecto de esta invocación concierne al perdón. Jesús intercede y pide el perdón para sus propios verdugos, porque «no saben lo que hacen». Jesús «pone la ignorancia, el “no saber” —explicó el Pontífice— como motivo de la petición de perdón al Padre, porque deja abierto el camino hacia la conversión». Por tanto, se propone de nuevo la confrontación entre oración y perdón.

La segunda palabra sobre la que el Papa invitó a reflexionar concierne a la esperanza. La esperanza está implícita en la respuesta a la oración de uno de los dos hombres crucificados con él: «Acuérdate de mí cuando entres en tu reino»; «hoy estarás conmigo en el paraíso», el diálogo entre el ladrón y Cristo. A través de esta respuesta —puso de relieve Benedicto XVI— Jesús «da la firme esperanza de que la bondad de Dios puede tocarnos incluso en el último instante de la vida; y la oración sincera, incluso después de una vida errada, encuentra abiertos los brazos del Padre bueno».

Por último, aquel grito extremo y total a través del cual Cristo, en el momento de máximo sufrimiento, se abandona a Dios completamente: «Padre, en tus manos entrego mi espíritu». Palabras que expresan «la plena consciencia —subrayó Benedicto XVI— de no ser abandonado». Por ello, es el testimonio de una confianza plena e ilimitada en el amor de Dios. Y esto hace que la oración de Jesús ante la muerte, aunque sea «dramática como lo es para todo hombre», esté impregnada «de aquella calma profunda que nace de la confianza en el Padre y de la voluntad de entregarse totalmente a él».

La enseñanza que se saca, dijo concluyendo el Papa, es por tanto la que viene del amor, el cual «nos invita al difícil gesto de rezar» también por cuantos «nos tratan mal, nos han dañado, sabiendo perdonar siempre».

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