Identificar aquellas mociones, opciones y comportamientos normalizados que desequilibran y deforman la identidad de la persona en familia.
Alunas características de nuestra sociedad actual son el cambio rápido en la innovación tecnológica, el acceso variado y cambiante a datos informativos, la “cercanía” e inmediatez para hacer amistad a nivel global; por otra parte, se ha intensificado la cohabitación libre de parejas y la inestabilidad de compromisos estables sobre todo en las familias jóvenes, hay urgencia de referencias guías y duraderas pero a la vez se le rechaza, se ha intensificado la incitación de deseos siempre nuevos a través del consumismo. El sociólogo Bauman califica nuestra época como “sociedad líquida” acentuándose la identidad de “personas y familia líquidas”. Esta metáfora ayuda a comprender la realidad de una sociedad en constante cambio e inestable, en búsqueda de una forma y de principios sólidos. Esta realidad social trastoca la identidad de la persona, la estabilidad del núcleo familiar y la convivencia social y religiosa.
Considerando
nuestra realidad social y familiar cabe interrogarnos: ¿quién es la persona
“diluida”?, ¿a quiénes se le imposibilita la mejoría de su vida?, ¿quién es
utilizado para mantener propósitos egoístas y calumniar a otro?, ¿la
deformación del cuerpo por el desgaste de la vida cómo es asumida? Con la ayuda
de evangelio de Lucas le ofrezco unas reflexiones propositivas que te ayudaran
a asumir la vida propia con responsabilidad fraterna para seguir
desarrollándola.
En
San Lucas 14,1-6 encontramos tres personajes: primero, el dueño de casa quien
es el jefe de los fariseos, los doctores de la ley y otros fariseos; segundo el
hidrópico; tercero Jesús. Estos tres personajes se encuentran dentro de la
casa. Agrupados los fariseos y doctores de la ley se ubican en actitud de
“vigilancia” celosa y prejuiciosa hacia la persona de Jesús (v1) y, han
colocado delante de Jesús a un enfermo de hidropesía para ver la reacción de
Jesús (v2a). Por otra parte; Jesús, que no es indiferente a la situación del
hidrópico invita a discernir la priorización de la vida entre la persona y el
animal (v5) y, cuestiona el mantenimiento de leyes y costumbres que impiden el
restablecimiento de la salud (vv3.5). Acto seguido Jesús cura al hidrópico y lo
despidió (v4).
La
medicina sostiene que la hidropesía es la acumulación de líquidos y, con mayor
frecuencia en el vientre. Los canales fluyentes se han deteriorado, los
líquidos no fluyen y se acumulan afectando gravemente otros órganos del cuerpo.
La consecuencia de esto es la hinchazón de la persona, el debilitamiento del
corazón y la deformación del cuerpo. La desatención de esta enfermedad puede
conducir a la muerte repentina.
En
nuestro texto de Lucas (14, 1-6) los escribas y fariseos utilizan al hidrópico
con la pretensión de reforzar leyes religiosas ideologizadas, mantener el statu
quo excluyente, denigrar y aniquilar al enfermo y a Jesús. Sus mociones,
gestos, palabras y acciones manifiestan que la casa y la mesa compartida en día
sábado no son para la sanación y salvación, sino para la condenación, la
exclusión y la muerte. Nos damos cuenta que los escribas y los fariseos encarnan
un sistema de creencias, costumbres y prácticas de anti reino que van en contra
de la persona, de la vida y de Dios. Jesús, al constatar el legalismo
aniquilante y una religiosidad incoherente exige discernir las mociones
internas y las realidades anti vida. Los contrarios de la vida y del reino de
Dios están desafiados a abrir y ampliar la mente, el corazón, los anhelos y los
afectos. Están invitados a compartir la vida y la mesa con sinceridad fraterna
con el enfermo expoliado. Con Jesús el desequilibrio psicosomático y la
exclusión aniquilante no tienen la última palabra dentro de la casa y en la
vida propia porque el reino de Dios ya está aconteciendo: acogiendo al enfermo
y sanándolo (Lc 8, 22-25). Las palabras y acciones de Jesús dentro de la casa
desenmascaran la intención y acciones egoístas de anti vida de los escribas y
fariseos.
Nos
damos cuenta que una misma realidad, la del hidrópico, es considerada y
gestionada de diferente manera. El de los doctores de la ley y fariseos es una
gestión religiosa pero egoísta, es incluyente pero cosificante, es identitaria
pero aniquilante, es legislativa y sin corazón; el de Jesús es acogedora y
correctiva, humanizadora y fraterna, vivificadora y liberadora: es
misericordiosa.
El
hidrópico, por una parte, al estar lesionado, atrofiado y desequilibrado en sus
órganos internos también está afectado gravemente en la exterioridad de su
cuerpo: un cuerpo deformado. La acumulación del líquido y la falta de fluidez
afectan todo el cuerpo. La desatención de la interioridad no se puede ocultar
porque la exterioridad del cuerpo lo manifiesta y lo denuncia. Es imposible
ignorarlo. Por otra parte, la exterioridad del hidrópico vuelve a su natural
belleza cuando la interioridad recupera el equilibrio y el óptimo funcionamiento.
La forma de la exterioridad manifiesta la belleza y armonía de la interioridad.
Es notoria la armonía. Constatamos que la deformidad del cuerpo del hidrópico
dentro de la casa y delante de Jesús, paradójicamente, revela la interioridad
de la persona con mociones atrofiadas y sentimientos desequilibrados; pero
también revela vínculos superficiales, acciones incoherentes y compromisos
deshumanizantes. Con Jesús, dentro de la casa, es posible gestionar y vivir la
solidez de los valores evangélicos y corregir la licuefacción de la identidad
de la persona y de la familia.
P. Joselito López
Osorio MSC
[1]
Referencias para este artículo: BAUMAN, Zygmunt (2004) Modernidad líquida (3ª Reimp.) Fondo de Cultura Económica.
Argentina; CENCINI, Amadeo (2020) Desde
la aurora te busco. Evangelizar la sensibilidad para aprender a discernir.
Sal Terrae. España; GRüN, Anselm (2001) Jesús,
imagen de los hombres. El evangelio de Lucas. Verbo Divino. España, pp
39-42
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