Mons. Reinaldo Nann

martes, 3 de agosto de 2021

Sanación del Hidrópico (Lc 14,1-6)[1]


Identificar aquellas mociones, opciones y comportamientos normalizados que desequilibran y deforman la identidad de la persona en familia.

Alunas características de nuestra sociedad actual son el cambio rápido en la innovación tecnológica, el acceso variado y cambiante a datos informativos, la “cercanía” e inmediatez para hacer amistad a nivel global; por otra parte, se ha intensificado la cohabitación libre de parejas y la inestabilidad de compromisos estables sobre todo en las familias jóvenes, hay urgencia de referencias guías y duraderas pero a la vez se le rechaza, se ha intensificado la incitación de deseos siempre nuevos a través del consumismo. El sociólogo Bauman califica nuestra época como “sociedad líquida” acentuándose la identidad de “personas y familia líquidas”. Esta metáfora ayuda a comprender la realidad de una sociedad en constante cambio e inestable, en búsqueda de una forma y de principios sólidos. Esta realidad social trastoca la identidad de la persona, la estabilidad del núcleo familiar y la convivencia social y religiosa.

Considerando nuestra realidad social y familiar cabe interrogarnos: ¿quién es la persona “diluida”?, ¿a quiénes se le imposibilita la mejoría de su vida?, ¿quién es utilizado para mantener propósitos egoístas y calumniar a otro?, ¿la deformación del cuerpo por el desgaste de la vida cómo es asumida? Con la ayuda de evangelio de Lucas le ofrezco unas reflexiones propositivas que te ayudaran a asumir la vida propia con responsabilidad fraterna para seguir desarrollándola.

En San Lucas 14,1-6 encontramos tres personajes: primero, el dueño de casa quien es el jefe de los fariseos, los doctores de la ley y otros fariseos; segundo el hidrópico; tercero Jesús. Estos tres personajes se encuentran dentro de la casa. Agrupados los fariseos y doctores de la ley se ubican en actitud de “vigilancia” celosa y prejuiciosa hacia la persona de Jesús (v1) y, han colocado delante de Jesús a un enfermo de hidropesía para ver la reacción de Jesús (v2a). Por otra parte; Jesús, que no es indiferente a la situación del hidrópico invita a discernir la priorización de la vida entre la persona y el animal (v5) y, cuestiona el mantenimiento de leyes y costumbres que impiden el restablecimiento de la salud (vv3.5). Acto seguido Jesús cura al hidrópico y lo despidió (v4).

La medicina sostiene que la hidropesía es la acumulación de líquidos y, con mayor frecuencia en el vientre. Los canales fluyentes se han deteriorado, los líquidos no fluyen y se acumulan afectando gravemente otros órganos del cuerpo. La consecuencia de esto es la hinchazón de la persona, el debilitamiento del corazón y la deformación del cuerpo. La desatención de esta enfermedad puede conducir a la muerte repentina.

En nuestro texto de Lucas (14, 1-6) los escribas y fariseos utilizan al hidrópico con la pretensión de reforzar leyes religiosas ideologizadas, mantener el statu quo excluyente, denigrar y aniquilar al enfermo y a Jesús. Sus mociones, gestos, palabras y acciones manifiestan que la casa y la mesa compartida en día sábado no son para la sanación y salvación, sino para la condenación, la exclusión y la muerte. Nos damos cuenta que los escribas y los fariseos encarnan un sistema de creencias, costumbres y prácticas de anti reino que van en contra de la persona, de la vida y de Dios. Jesús, al constatar el legalismo aniquilante y una religiosidad incoherente exige discernir las mociones internas y las realidades anti vida. Los contrarios de la vida y del reino de Dios están desafiados a abrir y ampliar la mente, el corazón, los anhelos y los afectos. Están invitados a compartir la vida y la mesa con sinceridad fraterna con el enfermo expoliado. Con Jesús el desequilibrio psicosomático y la exclusión aniquilante no tienen la última palabra dentro de la casa y en la vida propia porque el reino de Dios ya está aconteciendo: acogiendo al enfermo y sanándolo (Lc 8, 22-25). Las palabras y acciones de Jesús dentro de la casa desenmascaran la intención y acciones egoístas de anti vida de los escribas y fariseos.

Nos damos cuenta que una misma realidad, la del hidrópico, es considerada y gestionada de diferente manera. El de los doctores de la ley y fariseos es una gestión religiosa pero egoísta, es incluyente pero cosificante, es identitaria pero aniquilante, es legislativa y sin corazón; el de Jesús es acogedora y correctiva, humanizadora y fraterna, vivificadora y liberadora: es misericordiosa.

El hidrópico, por una parte, al estar lesionado, atrofiado y desequilibrado en sus órganos internos también está afectado gravemente en la exterioridad de su cuerpo: un cuerpo deformado. La acumulación del líquido y la falta de fluidez afectan todo el cuerpo. La desatención de la interioridad no se puede ocultar porque la exterioridad del cuerpo lo manifiesta y lo denuncia. Es imposible ignorarlo. Por otra parte, la exterioridad del hidrópico vuelve a su natural belleza cuando la interioridad recupera el equilibrio y el óptimo funcionamiento. La forma de la exterioridad manifiesta la belleza y armonía de la interioridad. Es notoria la armonía. Constatamos que la deformidad del cuerpo del hidrópico dentro de la casa y delante de Jesús, paradójicamente, revela la interioridad de la persona con mociones atrofiadas y sentimientos desequilibrados; pero también revela vínculos superficiales, acciones incoherentes y compromisos deshumanizantes. Con Jesús, dentro de la casa, es posible gestionar y vivir la solidez de los valores evangélicos y corregir la licuefacción de la identidad de la persona y de la familia.

P. Joselito López Osorio MSC



[1] Referencias para este artículo: BAUMAN, Zygmunt (2004) Modernidad líquida (3ª Reimp.) Fondo de Cultura Económica. Argentina; CENCINI, Amadeo (2020) Desde la aurora te busco. Evangelizar la sensibilidad para aprender a discernir. Sal Terrae. España; GRüN, Anselm (2001) Jesús, imagen de los hombres. El evangelio de Lucas. Verbo Divino. España, pp 39-42

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