Mons. Reinaldo Nann

viernes, 19 de junio de 2020

Reflexión: Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús


 Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús
Superando las dificultades con Fe, Esperanza y Caridad
Queridos hermanos y hermanas, enfrentamos actualmente, no solo el tema del coronavirus, sino que, acompañan a ello múltiples noticias, preocupaciones, ruido que, nos impide muchas veces estar tranquilos, nos angustiamos y como consecuencia de ello, dejamos que nuestra Fe tambalee, que la Esperanza tenga limite y que la Caridad se racionalice, generando muchas veces, egoísmo, tristeza y estrés. ¿Cómo acabará todo esto? Nos preguntamos y es valida la duda, aunque estamos invitados a superarla desde Jesús, desde su amado Corazón que hoy en su evangelio nos dice: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”(Mt 11, 25 -30)

Una de las tentaciones fuertes que podemos experimentar es creer que Dios es quien nos está castigando, viviendo un miedo que nos impide ver con claridad a Dios que nos ama y nos perdona. El Salmo 102, en una de sus estrofas nos dice: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas” El rescata nuestra vida, no quiere que nadie se pierda. Por ello, antes de creer en un dios castigador, busquemos la manera de acercarnos a ese corazón misericordioso, que nos ayuda a salir de toda oscuridad, de todo pecado, que nos mira con ternura y sabe aquello que vivimos. Esta crisis, la vamos a superar, no con miedo, sino confiando en el amor de Dios, aferrándonos a Él, siendo responsables con aquello que nos piden, para evitar la propagación del virus y de otras enfermedades.
La Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es la oportunidad que tenemos ahora, para fortalecer nuestra Fe, alimentándola desde su palabra que nos dice: “Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios” dar testimonio de Él, implica llenarnos de Él, de su palabra, de su presencia, en la misa, en el Santo Rosario, en la oración en familia, dando una palabra de consuelo a las personas; todo pasa, Sólo Dios queda. También es una oportunidad para fortalecer nuestra Esperanza, el Papa Francisco, le decía a los peruanos; “No se dejen robar la esperanza”. Aquella que nos da la seguridad de que todo va a mejorar, aquella que nos permite encontrar sentido a nuestra vida, aquella que nos permite abrazar la cruz, no con pesimismo, sino con optimismo, sabiendo que abrazar la cruz significa abrazar el Corazón mismo de Cristo, que por amor entrego su vida y ya no hay más sufrimiento, sino gozo y felicidad, no olvidemos esta pequeña frase del evangelio, “vengan a mi… soy manso y humilde de corazón… encontrarán su descanso” También es una oportunidad para fortalecer nuestra Caridad, que significa amor, un amor-donación, que Dios mismo lo ha manifestado a lo largo de toda la historia de la salvación, no sobre cosas u objetos, sino sobre nosotros sus criaturas, un amor que implica el prójimo y sus necesidades; económicas, familiares, etc. La primera lectura de hoy, nos endulzaba el oído y el corazón esta frase; “Eres un pueblo santo para el Señor, elegido para ser Santo, no por ser el más numeroso, sino por el amor que les tiene. Un Dios fiel, que mantiene su alianza y su favor con los que le aman y guardan sus preceptos” invitándonos a ser luz para el mundo, sabiendo compartir. Seamos solidarios, dando amor, de la misma manera que Dios nos ama, porque Dios es amor.
Celebrar el Sagrado Corazón de Jesús, es vivir en nuestro corazón, el amor Trinitario, un amor sin límites, un amor capaz de todo, lo decía San Agustín; “Ama y has lo que quieras” un amor imitable, no un sentimiento que cambia, sino algo que permanece y transforma. Como sacerdote de Cristo, rezo cada día para tener ese corazón, pido a cada uno, rece también por todos los sacerdotes del mundo. Que María, nuestra madre del Cielo, nos ayude a quitar de nuestro corazón todo aquello que impide disfrutar de este amor tan grande que Dios nos tiene, un amor que ella supo recibir, un amor que ella nos sigue dando a cada uno de nosotros.

Pbro. Jaime Luis Carrascal Quiroz

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