Mons. Reinaldo Nann

viernes, 8 de mayo de 2020

La Pandemia del Coronavirus, una crisis mundial con nuevas oportunidades


Job: Fidelidad en las pruebas. - YouTube
La Pandemia es una crisis mundial con nuevas oportunidades para la iglesia.
La palabra Crisis viene del latín y griego y significa cambio abrupto, que deja inestabilidad e incertidumbre. Trae grandes peligros, pero también nuevas oportunidades.
Empezó como una crisis sanitaria y económica. Pero también existencial, teológica e eclesial.
Es una crisis existencial: El hombre y la sociedad moderna, que se creía todopoderoso por su ciencia y tecnología, se dan cuenta de su fragilidad. Nos confronta con la muerte.
Es una crisis teológica: Nos damos cuenta de los virus de imágenes tóxicas de Dios:
La misma biblia contiene imágenes toxicas de Dios y caminos de su superación:

a. El Castigador: Los “amigos” de Job explican sus desgracias como castigo de Dios: “No será porque es grande tu maldad y tus culpas son innumerables?”(Job22,5). Job sabe, que no es así, pero no encuentra una razón lógica. El libro lo explica como pruebas, que van purificando a Job, no de sus pecados sino de sus falsas seguridades materiales y espirituales. Hoy día todavía hay mucha gente, que tiene en su cabeza un Dios castigador y vengador. Un juez malo, sin misericordia. Muchas veces es una imagen, que los padres nos han enseñado: “Si no te portas bien, Dios te castigará!” Es una imagen de Dios a imagen y semejanza nuestra: Nosotros pensamos así, entonces Dios tiene que pensar igual. Es un Dios, que tiene “ira” (como nosotros). Esta imagen es toxica: vamos a sentir miedo ante Dios. No nos vamos a sentir libres ni contentos con este Dios. El Antiguo Testamento y el Apocalipsis están llenos de estas imágenes antropomorfas de Dios. Algunos profetas y más que nada Jesús las van superando. También hoy algunos instrumentalizan a Dios diciendo: Dios nos está castigando con el Virus porque hemos hecho tal y cual cosa…
b. El gran bombero: El Todopoderoso, que corre en nuestra ayuda. Donde hay un fuego, hay que llamarlo no más, para que lo apague. Con tus rezos lo puedes convencer, que te protege a ti o a tu nación. A veces logra apagar el fuego rápido, a veces no. Esta imagen da toda la responsabilidad al gran bombero, tu como espectador debes de mirar no más, no tienes un rol activo. La imagen del bombero tiene algo de verdad pero es nociva, porque te deja en pasividad, y a veces en frustración, porque no siempre funciona. Pero Dios casi nunca actúa solo. Quiere nuestra colaboración. Somos sus instrumentos libres, que deben de colaborar en la obra de salvación.
Es una crisis eclesial: La cuarentena frenó a nuestro activismo, clericalismo y sacramentalismo eclesial.
La gente empezó a extrañar su sacerdote y su eucaristía. Muchos participaban en las celebraciones virtuales. Pero también nos podemos dar cuenta de una dependencia exagerada del clero y de los sacramentos, dejando en una total pasividad a los laicos. La iglesia vive de los sacramentos, pero también de la palabra, la oración y la caridad. En algunas parroquias la vida eclesial se había reducido a un ritualismo sacramental y otras a un activismo social. Ambos obsoletos en la cuarentena. Ante la ausencia del sacerdote necesitamos laicos comprometidos, capaces de dirigir y celebrar en las familias y comunidades y de animar al pueblo de Dios. Ya tenemos catequistas, pero faltan. Oremos por las vocaciones sacerdotales y laicales y empecemos con su formación.
Entonces, ¿qué tenemos que hacer - que nos enseña Dios con esta crisis?
1. Curar nuestra imagen de Dios:
Las personas (aunque sean obispos), que dicen, que el Coronavirus es un castigo para tal y cual cosa tienen una imagen deformada de Dios. Algunos instrumentalizan a Dios: lo usan como amenaza, para que la gente les haga caso. Producen un miedo, que sirve excelente para manipularlos, pero que no es sano para la salud espiritual de la gente (como sucede en muchas sectas). A lo mejor por nuestra educación y vivencias, todas nuestras imágenes de Dios pueden ser algo deformadas. En la sierra del Perú la idea del castigo de Dios y de los santos es muy común. Todos tenemos que purificar esta imagen con la lectura del Evangelio, que es eso: “Buena Noticia”, no amenaza con el castigo.
La imagen del “gran bombero” es una imagen inmadura de Dios. Hay que orar, como si todo dependiera de Dios, pero también hay que actuar, como si todo dependiera de ti. No pides a Dios, que pare la pandemia. Jesús no paró la lepra. Pero sanó a varios leprosos, que tenían fe. Pide por la sabiduría y acción de los profesionales, pide por los enfermos, pide que Dios nos ayude a actuar mejor.
La verdadera imagen de Dios es el de la Vida. Está dentro de tu vida. Dentro de tus sufrimientos y alegrías. Dentro de tu historia como protagonista, pero te necesita a ti como co - protagonista. Y también el mal actúa en diferentes protagonistas. En la pandemia Dios está con los que sufren y con los que se comprometen.
2. Ser una iglesia “hospital de campaña”.
Es una expresión muy típica del Papa Francisco. Quiere una iglesia en salida, que busque a la gente, a los pobres. Que no necesita mucha infraestructura, medios, doctrina o ritos: tiene que acercarse al que necesita, con lo que tiene (material y espiritualmente). Es una iglesia solidaria y cercana a la gente. En la pandemia son las parroquias y voluntarios, que ayudan a los hambrientos con alimentos, a los enfermos con medicinas. Dan ayuda espiritual a los profesionales, enfermos, tristes, desanimados…
3. Ser una iglesia sinodal y eucarística en una red de iglesias domésticas.
Es una iglesia, donde todos forman parte activa. Donde el clero y otros dirigentes escuchan e inspiran al pueblo de Dios. Como en la cuarentena las misas y eventos públicos ya no congregan a este pueblo en los templos, hemos descubierto de nuevo la importancia de la eucaristía y también de la familia como iglesia doméstica. Familia, que ora juntos. Familia, que comparte su fe, su tiempo y sus bienes dentro de sí mismo y con otros más necesitados. La parroquia no es solo una comunidad de comunidades, es básicamente una red de familias – iglesias domésticas. Necesitamos más sacerdotes y religiosas, pero también mucho más laicos formados, catequistas, concejos y grupos parroquiales. Ministerios laicales. Diáconos… Como hemos extrañado la eucaristía. Donde esté disponible, hay que valorarla más, también la comunión espiritual.

Caravelí, mayo de 2020 Reinaldo Nann, Obispo

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