Mons. Reinaldo Nann

martes, 22 de octubre de 2019

Evangelio del día, miércoles 23-10-2019 (Vigésimo Novena Semana del Tiempo Ordinario)



Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,39-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»
El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito
a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte
La carta a los Romanos fue escrita por Pablo en Corinto, en el invierno del 57-58, durante su tercera estancia en la ciudad. El Apóstol escribe esta carta preparando su próxima visita a Roma, que quiere convertir en su nuevo centro de predicación para ir a otras regiones donde el evangelio no ha sido predicado, como España (Rm 15,20).
El texto pertenece a la segunda parte de la carta en la que Pablo explica en qué consiste el don que se ha recibido por la fe.  Si hemos muerto al pecado y hemos resucitado con Cristo, en teoría deberíamos vivir según esa vida nueva. Sin embargo, nuestra debilidad, nuestra comodidad y la rutina nos lleva a instalarnos en nuestras “zonas de confort” y sin ser conscientes, nos dejarnos contaminar por valores que en muchas ocasiones no son precisamente evangélicos.
Si hemos resucitado con Cristo a una nueva vida, hemos de vivir en nuestro día a día conforme a esa vida en la que estamos inmersos. Para ello, hemos de estar en guardia, vigilar en el camino. La Palabra que el Señor nos ofrece cada mañana puede espabilarnos el oído (Is 50,4).
El talento es un don que Dios nos hace en secreto
El evangelio de hoy nos propone dos parábolas en relación con la vigilancia, en  las que se invita al discípulo de Jesús a velar, a “estar en guardia”. La primera, presenta como el dueño de la casa ha de estar vigilando ante la venida de un ladrón que sabe que va a llegar, pero no sabe cuándo. Los discípulos de Jesús saben que el Hijo del hombre va a venir, pero no saben el momento, lo que les exige estar permanentemente preparados, vivir en esa tensión constante que implica la vigilancia. No podemos estar adormecidos o aletargados, hemos de estar atentos, oteando el horizonte. El Señor puede venir en cualquier momento.
A continuación, Pedro hace una pregunta: “¿dices esta parábola por nosotros o por todos?”, que da pie a Jesús para narrar la segunda parábola cuyo protagonista es el administrador de una casa responsable tanto de administrar los bienes del Señor, como de ocuparse de los trabajadores de la casa. Ante el retraso del amo, el administrador abusa de las dos responsabilidades encomendadas, consume de forma excesiva los bienes comiendo y emborrachándose, y en vez de cuidar del personal, lo maltrata. La parábola está dirigida a la segunda generación cristiana, que ante el retraso de la venida de Jesús que suponían inminente, empiezan a relajarse en el día a día y a disminuir su exigencia en la vivencia de los valores cristianos. ¿Acaso no nos pasa eso también a nosotros, cristianos del siglo XXI? La parábola es una invitación a la responsabilidad de los dones recibidos. “Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios”, dirá la carta de Pedro (1 Pe 4,10). Los talentos no se nos han regalado para malgastarlos o esconderlos, sino para ponerlos al servicio de la comunidad. No podemos caer en la excusa fácil de comparar los nuestros con los de otros para desentendernos del compromiso. La responsabilidad es personal. Cada uno, al final de su propio camino, ha de dar cuenta de los bienes recibidos. Pero no nos agobiemos. Se nos va a pedir en proporción a lo que se nos entregó, ni más, ni menos. “Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará”. El evangelio de hoy nos invita a mirar los dones recibidos del Señor y a interrogarnos: ¿cómo los estoy poniendo al servicio de mi comunidad, de mi familia, de los hermanos más pobres? ¿Estoy viviendo con fidelidad y entusiasmo el proyecto al que me ha llamado el Señor? Decía Montesquieu que “el talento es un don que Dios nos hace en secreto, y que nosotros revelamos sin saberlo” ¡Ojalá!

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/23-10-2019/

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