Lectura
del santo evangelio según san Lucas 6,12-19
En aquel
tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando
se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró
apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago,
Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el
Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del
monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de
pueblo,
procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de
Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados
por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque
salía de él una fuerza que los curaba a todos.
Reflexión
del Evangelio de hoy
Sois
ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios
El texto
de Pablo de esta primera lectura de la fiesta de los apóstoles Simón y Judas,
es de una notable novedad, a la vez que afirma una honda consideración de la
persona humana a la luz del Evangelio. La novedad es suprimir el concepto de
“forastero”, de “extraño” al pueblo, que pertenecía a la esencia de la cultura
y religión judía. Se universaliza la familia de Dios, todo ser humano pertenece
al “pueblo elegido”, título que los judíos reservaban para ellos. La fe
cristiana es quien lo debe hacer entender.
Y junto a
esto el texto aplica lo que Jesús había anunciado cuando dijo: “destruid este
templo y lo reedificaré en tres días…refiriéndose a su cuerpo”. A partir del
cuerpo de Jesús, la cabeza de él, que diría Pablo, el verdadero templo de Dios
está construido no con piedras, sino con personas humanas. Todas ellas son,
diría también el apóstol, templos del Espíritu Santo. El Espíritu santo es
quien constituye la Iglesia fundada por Cristo a partir de los apóstoles: éstos
son los cimientos de ese templo. El templo de Jerusalén sería destruido, pero
el templo de Dios seguiría en la Iglesia. Eso sí, en la medida que sea fiel a
la idea fundacional de Jesús de Nazaret, y deje que se haga presente su, como
diría el P. Congar, co-fundador, el Espíritu santo, y mantenga como cimientos a
los apóstoles.
Escogió a
doce de ellos, y los nombró apóstoles
Lucas nos
dice que antes de la elección de los apóstoles “se pasó la noche orando”. Fue
para Jesús una decisión reflexionada y orada. Una decisión, pues, a la que dio
máximo relieve. Serían los elegidos quienes de inmediato iban a continuar su
misión. Y por ellos los destinatarios relevantes de su magisterio, testigos de
su vida y de su resurrección. Ellos habían de ser los que “predicaran el
evangelio a todos los pueblos”. Sobre ellos edificaría su Iglesia, como
hemos visto que dice Pablo.
La
estructura eclesial señala a los obispos como los sucesores de los apóstoles.
Los obispos presiden la Iglesia particular, que no es un trozo de la Iglesia,
sino la totalidad de la Iglesia vivida en un espacio concreto. Es decir: la fe
de Cristo vivida y testificada en el lugar en que viven sus fieles. La fiesta
de los apóstoles es invitación a sentir la Iglesia en su dimensión católica,
universal, allí donde nos encontramos. Sentir la Iglesia es estar unidos a
quienes continúan la labor “apostólica”, nuestros obispos, allí donde nuestra
vivir se realiza. Pero sin reducir el vivir cristiano a ese lugar, sino con mirada
hacia el resto del mundo. De ese modo se consideran realización concreta de la
Iglesia, que es universal. No puede haber comunidad cristiana que no sea
misionera, que no sepa salir de sus exclusivos intereses localistas. Incorporar
la fe de los apóstoles, es tener sentido de Iglesia. Algo necesario ante el
peligro de tanto pietismo egoísta, o corto de alcance, que no ve ni siente su
ser cristiano más allá de sí mismo o del grupo eclesial al que pertenece.
Fray Juan José de León Lastra
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/28-10-2019/
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