Lectura
del santo evangelio según san Lucas 9,46-50
En aquel
tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros,
se lo hemos querido impedir.»Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros,
Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Ellos
serán mi pueblo y yo seré para ellos un Dios fiel y salvador
La
alentadora profecía de Zacarías evoca todo un mundo nuevo lleno de esperanza.
El pasaje de este día muestra cinco oráculos donde se anuncia la salvación, la
llegada de un mundo nuevo. Comienza con la manifestación del amor profundo de
Dios por su pueblo y concluye con la misma confesión.
Tiene variados
matices donde sobresalen ese amor de Dios por Jerusalén, así como su
fidelidad. Todos dibujan un ambiente de paz y concordia, producto de esa
elección de Dios. La descripción idílica de la nueva realidad que dibuja el
profeta –“ancianos y ancianas se sentarán en sus plazas… niños y niñas jugarán
en ellas”- puede parecer irrealizable, “pero no me lo parece a mí”, dice el
Señor en el oráculo quinto.
Detrás de
todos estos oráculos queda patente la fidelidad de Dios. El pueblo no ha sido
fiel y se ha extraviado por caminos ajenos a lo que Dios espera, pese a ello,
Dios sigue manteniendo su fidelidad y su cariño hacia ese pueblo que es objeto
de su amor. La liberación es la manifestación de ese cariño.
En estos
tiempos tan fríos y desabridos que nos toca vivir, es bueno para los creyentes
volver a recordar que Dios no es un “ser” extraño que nos ha arrojado a la
existencia, sino que es un Padre bueno que quiere para todos los mejor y se
dispone a formar con todos ese pueblo donde Él será el Dios fiel y salvador.
El que
acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí
La
ilusión de ser más que los demás, es algo que parece difícil de erradicar en la
conducta humana. Tal es así que, tras el segundo anuncio de su pasión, los
discípulos no prestan atención a lo que han oído y conversan sobre algo tan
trivial como el saber quién será el más importante entre ellos.
Frente a
esa preocupación, tan ajena al mensaje de Jesús, Él les propone algo totalmente
diferente. Para ello toma a un niño, alguien ajeno a esos intereses, e invita a
sus discípulos a acoger la humildad, la inocencia, que desprende el niño.
Acoger a alguien así, equivale a huir de ese afán de protagonismo y
grandeza. Ese gesto de Jesús es una propuesta a negarse a sí mismo, a huir de
la autoglorificación. El niño es ajeno a todo ese mundo artificial en que nos
desenvolvemos los mayores y representa al humilde y al débil, al indefenso y al
despreciado. Para Jesús alguien así es el más importante en su comunidad.
El mayor en el Reino ha de ser el más pequeño y el más pobre. Algo ciertamente
difícil de comprender en este mundo nuestro donde la búsqueda de los primeros
puestos es algo asumido como valioso. Por eso, el seguimiento de Jesús es un
camino arduo que sacude nuestros intereses más primarios. Jesús no invita a
infravalorarnos, pero nos previene ante actitudes que buscan centrarse solo en
uno mismo y buscar nuestros intereses por encima de todo.
La
segunda parte del evangelio nos enseña algo significativo en nuestra vivencia
de la fe en Jesús. No es lo más importante ser propietarios únicos y exclusivos
de la “marca Jesús”. Jesús pide que se sepa reconocer el bien allí donde está,
más allá de ese deseo exclusivista. Él destaca que lo importante es que el
reino de Dios vaya abriéndose camino entre los hombres, más allá de
atribuciones singulares. Resalta que quien no está contra nosotros está de
nuestra parte.
En un
momento como éste, tan complejo y tan exclusivista, el evangelio invita a
levantar la mirada y dejar de lado marcas para asociarnos a quienes intentan
crear de verdad un mundo mejor donde prevalezca la justicia y la igualdad entre
todos. Si todos nos unimos buscando el objetivo de servir de verdad a los
hombres, el Reino irá haciéndose realidad en nuestro mundo. Sería triste que,
como seguidores de Jesús, quisiéramos mantener nuestra exclusividad perdiendo
de vista que lo que importa son las personas, especialmente las más pobres, las
más necesitadas. Ellas no miran nuestra procedencia; miran el bien que podemos
llevarles con el mensaje de Jesús.
Fray
Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-9-2019/
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