Mons. Reinaldo Nann

domingo, 29 de septiembre de 2019

Evangelio del día, lunes 30-09-2019 (Vigésimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario)


Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,46-50
En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros,
se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

Reflexión del Evangelio de hoy
Ellos serán mi pueblo y yo seré para ellos un Dios fiel y salvador
La alentadora profecía de Zacarías evoca todo un mundo nuevo lleno de esperanza. El pasaje de este día muestra cinco oráculos donde se anuncia la salvación, la llegada de un mundo nuevo. Comienza con la manifestación del amor profundo de Dios por su pueblo y concluye con la misma confesión.
Tiene variados matices donde sobresalen ese amor de Dios por Jerusalén, así como su fidelidad.  Todos dibujan un ambiente de paz y concordia, producto de esa elección de Dios. La descripción idílica de la nueva realidad que dibuja el profeta –“ancianos y ancianas se sentarán en sus plazas… niños y niñas jugarán en ellas”- puede parecer irrealizable, “pero no me lo parece a mí”, dice el Señor en el oráculo quinto.
Detrás de todos estos oráculos queda patente la fidelidad de Dios. El pueblo no ha sido fiel y se ha extraviado por caminos ajenos a lo que Dios espera, pese a ello, Dios sigue manteniendo su fidelidad y su cariño hacia ese pueblo que es objeto de su amor. La liberación es la manifestación de ese cariño.
En estos tiempos tan fríos y desabridos que nos toca vivir, es bueno para los creyentes volver a recordar que Dios no es un “ser” extraño que nos ha arrojado a la existencia, sino que es un Padre bueno que quiere para todos los mejor y se dispone a formar con todos ese pueblo donde Él será el Dios fiel y salvador.
El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí
La ilusión de ser más que los demás, es algo que parece difícil de erradicar en la conducta humana. Tal es así que, tras el segundo anuncio de su pasión, los discípulos no prestan atención a lo que han oído y conversan sobre algo tan trivial como el saber quién será el más importante entre ellos.
Frente a esa preocupación, tan ajena al mensaje de Jesús, Él les propone algo totalmente diferente. Para ello toma a un niño, alguien ajeno a esos intereses, e invita a sus discípulos a acoger la humildad, la inocencia, que desprende el niño. Acoger a alguien así,  equivale a huir de ese afán de protagonismo y grandeza. Ese gesto de Jesús es una propuesta a negarse a sí mismo, a huir de la autoglorificación. El niño es ajeno a todo ese mundo artificial en que nos desenvolvemos los mayores y representa al humilde y al débil, al indefenso y al despreciado. Para Jesús alguien así  es el más importante en su comunidad. El mayor en el Reino ha de ser el más pequeño y el más pobre. Algo ciertamente difícil de comprender en este mundo nuestro donde la búsqueda de los primeros puestos es algo asumido como valioso. Por eso, el seguimiento de Jesús es un camino arduo que sacude nuestros intereses más primarios. Jesús no invita a infravalorarnos, pero nos previene ante actitudes que buscan centrarse solo en uno mismo y buscar nuestros intereses por encima de todo.
La segunda parte del evangelio nos enseña algo significativo en nuestra vivencia de la fe en Jesús. No es lo más importante ser propietarios únicos y exclusivos de la “marca Jesús”. Jesús pide que se sepa reconocer el bien allí donde está, más allá de ese deseo exclusivista. Él destaca que lo importante es que el reino de Dios vaya abriéndose camino entre los hombres, más allá de atribuciones singulares. Resalta que quien no está contra nosotros está de nuestra parte.
En un momento como éste, tan complejo y tan exclusivista, el evangelio invita a levantar la mirada y dejar de lado marcas para asociarnos a quienes intentan crear de verdad un mundo mejor donde prevalezca la justicia y la igualdad entre todos. Si todos nos unimos buscando el objetivo de servir de verdad a los hombres, el Reino irá haciéndose realidad en nuestro mundo. Sería triste que, como seguidores de Jesús, quisiéramos mantener nuestra exclusividad perdiendo de vista que lo que importa son las personas, especialmente las más pobres, las más necesitadas. Ellas no miran nuestra procedencia; miran el bien que podemos llevarles con el mensaje de Jesús.

Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-9-2019/

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