Mons. Reinaldo Nann

martes, 4 de junio de 2019

Evangelio del día, 04-06-2019 (VII Semana de Pascua)


Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 1-11a
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: - «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo
existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que mediste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Nada me importa mi vida
Nos encontramos en este texto con lo que podríamos llamar el testamento espiritual de San Pablo. En el libro de los Hechos, San Lucas recoge varios discursos de San Pablo: uno dirigido a los judíos, otro dirigido a los gentiles, y éste último, que dirige a los pastores de la Iglesia y que sirve a San Pablo de despedida, pues sabe que se aproxima el fin de su carrera.
En este momento solemne, San Pablo hace una confesión: lo he dado todo por anunciar el Evangelio de Jesucristo.
Vemos cómo surge en este testamento la altura del misionero que ha sido Pablo, dedicado totalmente a servir al Señor, sin importarle lo que esto pudiera significar para su vida.
Esto nos hace preguntarnos a nosotros: ¿cómo es nuestro testimonio cristiano? ¿Somos humildes en el servicio del Evangelio o nos predicamos a nosotros mismos? ¿Somos valientes o nos dejamos condicionar por las dificultades? ¿Somos desinteresados o guardamos nuestra vida por miedo a desgastarnos hasta el fin?
Hoy tenemos un ejemplo vivo en San Pedro de Verona, un incansable predicador de la Verdad, que culminó su carrera con el martirio. No le importó su vida más que dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios, y lo corroboró con su sangre, escribiendo con ella el comienzo de la confesión de la Fe: CREO.
Padre, ha llegado la hora
Este texto de hoy corresponde a la primera parte de la Oración sacerdotal. Como San Pablo en la primera lectura, aquí Jesús es consciente de que su misión llega a su fin, y en este momento solemne de oración eleva su mirada al Padre para orar de la forma más íntima que nos muestra el Evangelio.
Jesús ha gastado su vida tratando de que los hombres conozcan al Padre, porque ahí reside la vida eterna. Y, ¿qué es la vida eterna? Jesús nos dice que la vida eterna consiste en esto: conocer al Padre y a su Enviado, Jesucristo.
¿Conocemos realmente al Padre? En la Biblia, el verbo “conocer” no se limita al conocimiento de la mente, sino que implica un conocer desde la experiencia, es el conocer que implica una relación de amistad profunda. ¿Tenemos nosotros verdadera experiencia de Dios?
Conocer al Padre es experimentar su amor sobre todas las cosas, no dudar de sus designios, saber que cada acontecimiento de nuestra vida está dirigido por Él.
“Señor, tú que no nos dejas solos en el camino, tú que nos sostienes cuando vamos a caer, renueva con tu amor nuestra debilidad y haz que se cumpla en nosotros tu voluntad, porque “conocerte a Ti es justicia perfecta, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad”. 

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Santa María de Gracia-Casa Federal, Córdoba
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/

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