Mons. Reinaldo Nann

jueves, 23 de mayo de 2019

Evangelio del día, 23-05-2019 (V Semana del Tiempo Pascual)


Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo
mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Nos salvamos por la gracia del Señor Jesús
En la mitad del libro de los Hechos es donde san Lucas narra el Concilio de Jerusalén. El relato es el verdadero quicio del libro. Se encuentran dos dinámicas eclesiales en “fuerte discusión”, la de Jerusalén y la de Antioquía. A la primera la caracterizaba la primacía, a la segunda el dinamismo. Antioquía representaba el movimiento de apertura iniciado por los cristianos helenistas. Era una comunidad heterogénea, capaz de aceptar nuevas gentes, asimilar otras culturas y convivir en el pluralismo. Jerusalén estaba dominada por judeocristianos, conservadores en ciertos aspectos; quizá se sentían un “resto” en el que crecía un nuevo Israel definitivo.
Se ha dicho que la Iglesia vive permanentemente una tensión entre carisma y poder. También se ha descrito la Iglesia como una paloma que necesita las dos alas para volar.
Conocemos que, en aquel tiempo, en la comunidad de Antioquía convivían judeocristianos con helenistas y con paganos convertidos. Y también sabemos que la de Jerusalén fue capaz de aceptar por medio de Pedro la apertura del Evangelio a los paganos, cuando sucedió el bautismo del pagano Cornelio y su familia sin pedirles la condición de la circuncisión ni imponerles leyes y costumbres judías. Siendo así, ¿qué sucedió para necesitar un concilio?
La chispa que provocó el enfrentamiento surgió de un grupo de extremistas de Judea que viajaron a Antioquía y enseñaban que, sin la circuncisión, no era posible salvarse. La comunidad se dividía. Pablo y Bernabé reaccionaron con energía y se hizo necesaria la reunión de representantes de ambas iglesias para zanjar definitivamente la cuestión.
Lucas escribe decenas de años después, cuando todos los protagonistas de la reunión habían fallecido. Con la perspectiva que da la distancia, su obra interpreta lo sucedido y mantiene un mensaje constante: El Espíritu Santo fue el verdadero protagonista de la solución del conflicto, se mantuvo la unidad de la Iglesia, se eliminaron las barreras discriminatorias y los paganos fueron admitidos en la Iglesia en régimen de igualdad. Lucas pone en boca de Pedro: «Creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús».
Los cristianos de hoy no podemos ver el Concilio de Jerusalén como algo del pasado y ya superado. El problema de fondo que trató sigue abierto. Estuvo en peligro de perderse la “memoria” de Jesús y la novedad absoluta de su persona: Sin romper las raíces espirituales que le unían al pueblo de Israel, eliminó todas las fronteras de raza, las leyes discriminatorias y las tradiciones excluyentes; por encima de ellas puso su opción por los marginados, los discriminados, los excluidos. En los albores del cristianismo lo eran los helenistas cristianos y los paganos convertidos; hoy lo son otros. ¿Tenemos conciencia ante los excluidos de hoy de que «Dios mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros»?
Permanezcamos en el amor con que Dios nos ama
La clave de la solución, la del Concilio de Jerusalén y la de los conflictos de ayer y de hoy está en el amor, no en extremismos que ponen la salvación en prácticas cultuales y no en la gracia. Amor del Padre que ama al Hijo. Amor con que el Hijo nos amó y nos ama. Amor en el que nos pide permanecer. ¿Cómo hacerlo? «Si guardáis mis mandamientos… lo mismo que yo he guardado los de mi Padre». Solo así, cuando permanecemos en el amor, la alegría de Cristo llega a nosotros y puede ser plena.
No hay nada que manifieste mejor el amor que el servicio de unos a otros y el sentido de comunidad, sabiendo escuchar la palabra de los hermanos y, sobre todo, la palabra del Señor. Y sin poner obstáculos a que el Espíritu Santo sea el verdadero protagonista.

Fray José Antonio Fernández de Quevedo
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/23-5-2019/

No hay comentarios:

Publicar un comentario