Mons. Reinaldo Nann

martes, 27 de noviembre de 2018

Evangelio del día, 27-11-2018 (Trigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario, Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,5-11
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Ha llegado el tiempo de la cosecha
La lectura del Apocalipsis nos narra el tiempo del juicio de Dios como inapelable. Es el tiempo de la cosecha y de la siega. La figura de una nube blanca símbolo de la presencia de Dios aparece sobre los cielos, y en ella, alguien como un Hijo de hombre se sienta con su corona y su hoz.
La tierra se ve como un gran campo de cosecha. Otras presencias divinas, mensajeros de Dios, ángeles que también portan una hoz afilada. Los racimos ya están maduros. La humanidad ya está preparada para el juicio final. El lagar se ve como un gran lago de sangre.
Toda esta simbología no ha de verse literalmente. Son símbolos tomados de la vida campesina que intentan explicar cómo será el fin de los tiempos. El día de la ira de Dios. Pero Dios no tiene ira, eso es un sentimiento humano. A Dios se le reconoce por su amor y su misericordia.
Pero, no hemos de vivir asustados o amargados por esta situación. Todo ello es para identificar a Cristo como aquel que se sienta en su trono para juzgar a vivos y muertos.
La fe y la vida no están para vivirlas desde el miedo. Al contrario, ambas nos llaman al coraje de la existencia. La fe nos proporciona serenidad, sensatez, capacidad de desprendimiento, capacidad de amar la sencillez de la vida. Y la vida es lo que se nos ha otorgado, un regalo de Dios, que hemos de cuidar, y hemos de vivirla con la libertad que nos proporciona el encuentro con Dios y su Palabra.
No tengáis pánico
No tengáis pánico es el mensaje que Jesús deja como enseñanza ante el fin del mundo. Lo dirige a sus discípulos y a todo el mundo. Mientras todos admiraban la belleza del templo. Y es lo que va a ocurrirle, su muerte en la cruz. Es el final de la enseñanza pública de Jesús. El hombre se encargará de aniquilar en su presencia lo que viene de Dios: su palabra, sus gestos de amor, los milagros de cada día. A cambio propondrá destrucción. El mundo se condenará por sí mismo. El testimonio será el hombre en una cruz.
No tener pánico significa permanecer en la confianza en Dios, él no nos dejará solos ni en la muerte ni tampoco al final de los tiempos, su promesa es para siempre, eterna.
No tener pánico nos permite interpretar cada signo de los tiempos y cada gesto de Dios con la humanidad serenamente. Lo que significa que no todo es eterno en esta tierra.
Muchos oportunistas vendrán diciendo que son el Mesías, que son ellos los que han de interpretar el final, los encargados del fin del mundo, pero no son más que embaucadores y mentirosos. El tiempo final nadie lo sabe.
Mientras a nosotros nos toca cuidarnos los unos a los otros. Vivir con fe. Cuidar la creación. No pocas veces vemos como se relaciona una inundación en época de lluvias, la subida del mar por el deshielo del polo norte, y se hace mención de cuanto le queda a la tierra de vida. Y por muchos cálculos que se hagan, no deja de ser una especulación. Es necesario tomar actitudes ecológicas que cuiden de la tierra, pero no es necesario vivir con pánico.
La tierra durará lo que tenga que durar sus días. Lo mismo que nuestra vida. Unos mueren antes de lo que se espera y otros viven una vida larga. A todos nos llegará el día del encuentro con Dios. Pero no por ello vamos a dejar de vivir. Cristo nos invita a la vida, nos invita al coraje de vivir con Dios.

Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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