Mons. Reinaldo Nann

viernes, 2 de noviembre de 2018

Evangelio del día, 02-11-2018 (Trigésima Semana del Tiempo Ordinario. Conmemoración de todos los Fieles Difuntos)


Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy ya sabéis el camino. Tomás le dice: Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Reflexión del Evangelio de hoy
Agradó a Dios, y Dios se lo llevó
El texto refleja el desconcierto que para el autor del libro de la Sabiduría suponía que una persona justa muriera joven, sin haber disfrutado apenas de la vida que, por su fidelidad, parece que merecía. No obstante, el sabio indica que la muerte prematura reporta liberación de trabajos y sufrimientos, hace escapar del entorno corrupto que según el autor envuelve a la juventud, y, puede que el joven haya llegado en poco tiempo a la perfección. No es mejor ni peor la vida más larga, sino la más virtuosa, a decir del clásico. Los ojos de la fe son los que permiten la comprensión de este hecho; para otros ojos es un patente contrasentido. Por eso bueno es ver el misterio de nuestra vida y de nuestra muerte desde la fe en nuestro Padre que siempre nos privilegia con misericordia y puro amor. 
Seremos salvos por su vida
Pablo tiene muy claro su mensaje: que Dios Padre nos ofrece a todos, y de modo gratuito, la salvación por medio de Jesucristo. Y todo por un amor tan fuerte que nada ni nadie es capaz de separarnos de él. La muerte de Cristo, incomparable icono del amor de Dios respecto a todos nosotros, es la fuente de donde brota tanta misericordia; porque en ese amoroso abrazo se incluye también el amor a los enemigos. Por eso, nuestra esperanza no depende tanto de la fidelidad humana cuanto de la magnanimidad del amor de Dios con todos nosotros. Tanto amor a nuestro servicio nos habilita para vivir en serena cordialidad reconociéndonos como hermanos, para así gloriarnos del Dios Padre que nos ama tanto, tanto… que nos lo ha dado todo en su hijo Jesucristo. 
Nadie va al Padre, sino por mí
Es de agradecer este texto en la liturgia de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, cuando la tradición en su entorno adolece de cierta necrofilia que silencia la tensión creyente de la esperanza y el hecho de que los nuestros siguen viviendo con nosotros en el corazón. En palabras que forman un adiós Jesús se titula como la vía que nos lleva al Padre, a la vida. En Cristo caminamos, en Cristo aprendemos a vivir la vida en plenitud y en Cristo topamos con la verdad que necesitamos y buscamos. Todo ello vivido como bondad que nos inmuniza frente a la impotencia y mentiras con las que adornamos nuestros días. Queremos vivir, no morir, es evidente, y con la mochila de la fe, vivir siempre y con sentido, y con Cristo eternamente. Desterremos el agobio y el ruido, incluso la inevitable frivolidad de nuestros días, y creamos en Él, como nos lo pide, excelente manera de vivir cada día.
¿Agradece la comunidad cristiana a los que nos han precedido y están en la otra orilla que elevaran la calidad de nuestra convivencia y nos la entregaran mejor que ellos la encontraron?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/2-11-2018/

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