Mons. Reinaldo Nann

viernes, 21 de septiembre de 2018

Evangelio del día, 21-09-2018 (Vigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario, Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Reflexión del Evangelio de hoy
Caminad según la vocación a la que habéis sido convocados
Cuando el grupo que sigue al Señor hunde sus raíces en el amor y en la fuerza de la fe éste vive acorde a la vocación a la que ha sido convocado, según piensa el apóstol Pablo. Es la fuente trinitaria de la comunidad, lo que le da vida, comunión, capacidad para ser testigo. Esta manera unitaria de ser es buena medicina frente a todo lo que intenta socavar el encanto de la fraternidad, egoísmo y soberbia. Pablo nos recuerda cuáles son los cimientos de la Iglesia, nuestro mejor patrimonio como comunidad creyente: un bautismo,  un solo Señor, un solo Espíritu y una única esperanza, en función de los cuales vivimos. Esta unidad, no obstante, perfila una preciosa pluralidad que se origina en Cristo, el dador de dones a los hombres. Estos dones se especifican en innumerables carismas y servicios que, puestos a trabajar al servicio de la fe, nos permiten lograr la madurez en el seguimiento del Señor y la plenitud de la gracia que se otorga a todo el que espera en su Palabra. Pero todo el activo creyente se expresa por necesidad en dar, servir, repartir y agradecer. Si así no es, no somos consecuentes con la vocación que hemos recibido.
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores
Por su oficio, Mateo era uno más de los excluidos de la religión oficial. Sabemos la especial sensibilidad de Jesús sobre los rechazados por su debilidad, condición y oficio. Y a Mateo se acerca el Maestro y le invita al seguimiento. Y con él y con otros pecadores, Jesús se sienta a la mesa: imagen del reino preconizado por él, asentado en la humanidad, misericordia y fraternidad. Lo que no evita el escándalo de los fariseos, expertos en trazar muros separadores del perdón de Dios. Jesús no sabe de separaciones y, menos, en nombre de Dios. Y hace muy bien en poner la norma cultural al revés o, dicho de otra manera, en ridículo; porque ha venido a acoger a los que nadie considera, y a declarar con nitidez que los privilegiados de Dios son los olvidados de los hombres, al igual que el médico se ocupa de los enfermos. Además, recuerda la razón de ser de toda religión: reconocer el amor gratuito, fiel y misericordioso que Dios Padre profesa a todos y, en especial, a los más desasistidos. La prueba del algodón de las religiones y de las expresiones religiosas de las comunidades no es la adhesión externa a una norma religiosa, sino la práctica inequívoca de la misericordia. Jesús así lo traduce recordándonos que somos nosotros los pecadores los principales llamados a su proyecto humanizador, a su Reino. En esta llamada estamos todos, sin exclusión.
De sentado en la mesa de los impuestos a caminante del evangelio con el equipaje del mandato del Señor. Él, y su comunidad, nos han dejado el primer texto de la Buena Noticia redactado en hebreo.
El aprendizaje de la comunidad ¿dónde pone el prioritario acento: en conocer y cumplir la normativa religiosa, o en ejercer de prójimo?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/21-9-2018/

No hay comentarios:

Publicar un comentario