Mons. Reinaldo Nann

lunes, 10 de septiembre de 2018

Evangelio del día, 10-09-2018 (Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario, Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Lucas 6,6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenla parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.» 
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Reflexión del Evangelio de hoy
No todo vale
Nos recibe este lunes un incómodo texto de la carta de Pablo a los corintios.    Corinto es una ciudad cosmopolita, con dos puertos, una población numerosa, en la que la heterogeneidad de culturas, religiones y cultos, la vida licenciosa y la prosperidad económica iban de la mano.  En este contexto prende el mensaje del Evangelio rápidamente entre esclavos y gentes de baja condición social y económica, pues era verdaderamente “Buena noticia” que transmitía esperanza y devolvía la dignidad debida a toda persona. La comunidad crece y se consolida, a la vez que surgen conductas y situaciones corruptas. La carta de Pablo tiene como motivo principal llamar la atención a esta comunidad de Corinto sobre abusos, divisiones internas y comportamientos escandalosos de sus miembros, además de responder a cuestiones planteadas por estos cristianos.
Pablo denuncia en el texto de hoy una situación escandalosa de incesto de uno de los miembros de la comunidad.  Y hace un llamamiento para vivir desde la sinceridad y la verdad, como nueva levadura que fermente una nueva sociedad, más sana y digna.  No todo vale en lo que pensamos, expresamos o hacemos.  El seguimiento de Jesucristo exige de nosotros honestidad e integridad moral, a todos los niveles.  Lo que está en juego no es la libertad sin medida alguna, sino la responsabilidad social de construir el Reino. Ello no implica huir de la pluralidad y lo diverso, incluso de lo depravado o malvado, sino cuidar especialmente que nuestras comunidades cristianas sean semillas de algo nuevo, de esos valores que permiten verdaderamente que se haga realidad esa “casa común” que acoge, dignifica y cuida de todos.
Hacer el bien es inexcusable
El texto evangélico apuntala esta llamada a ser fermento de bien con la curación de un hombre en sábado, en la sinagoga. “Voy a haceros una pregunta: ¿está permitido en sábado hacer el bien o hacer el mal?”.  Y hace una pregunta aún más radical: “¿salvar una vida o dejarla perder?”.  La confrontación con los fariseos y maestros de la ley está servida. Dejemos que Jesús también nos mire, nos confronte en las motivaciones e intereses que rigen las decisiones y actuar de cada día.  Dejemos resonar estas preguntas dentro de cada uno y que surja con sinceridad nuestra respuesta, quizás demasiado tibia y dudosa.
Jesús descoloca a sus “observadores” cuando focaliza la atención en lo que verdaderamente ha de ser el centro: el ser humano, aquel hombre con su mano derecha atrofiada, todas y cada una de las personas que viven cualquier situación de limitación, pobreza o exclusión. El criterio de lo bueno o lo malo está en el bien o el mal que provoca, si posibilita la vida o la destruye.
Muchas veces se disfraza de bueno lo que justifica el egoísmo, la injusticia, la desigualdad, el prejuicio, la marginación y tantos males que atentan contra la vida. Incluso se construye todo un entramado de leyes, costumbres y prácticas sobre eso supuestamente bueno. Jesús pone en peligro ese entramado con una simplicidad radical, y cura al hombre.  Su misión es salvar, hacer el bien, posibilitar la vida.
Hoy hacemos memoria de un grupo de misioneros dominicos en Japón, aquellos primeros evangelizadores que fueron duramente perseguidos y martirizados. Hoy, el Evangelio nos pone en camino, nos reta a hacer el bien, sin reparar en las dificultades o peligros que nos pueda acarrear. La pelota está en nuestro tejado, la respuesta a Jesús, el que sana y salva, está en cada uno.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/10-9-2018/

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