Ciclo B
Textos: Gn 3, 9-15; 2 Co 4, 13-5, 1; Mc 3, 20-35
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el
Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro
Sacerdotal Logosen México y Centroamérica, para la formación de
sacerdotes diocesanos.
Idea principal: el demonio existe.
Síntesis del mensaje: Así habló el beato Papa Pablo
VI del diablo: «Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el
diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta.
¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los
hombres? Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo
precisamente para turbar la paz, para ahogar los frutos del Concilio ecuménico,
y para impedir a la Iglesia cantar su alegría por haber retomado plenamente
conciencia de ella misma. Nosotros sabemos que este ser oscuro y perturbador
existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora.
Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la
humanidad. Es el seductor pérfido y taimado que sabe insinuarse en nosotros por
los sentidos, la imaginación, la concupiscencia, la lógica utópica, las
relaciones sociales desordenadas, para introducir en nuestros actos
desviaciones muy nocivas y que, sin embargo, parecen corresponder a nuestras
estructuras físicas o psíquicas o a nuestras aspiraciones profundas»(29 de
junio de 1972, noveno aniversario de su coronación).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, el demonio existe…y si no,
preguntemos a Adán y Eva (1ª lectura). Él fue el causante de que nuestros
primeros padres fallasen a Dios, le desobedeciesen. El demonio les inoculó el
veneno de la soberbia y rebeldía, para ser autónomos y no depender de nadie.
Satanás les tocó el talón de Aquiles “ser como dioses”, es decir, sin
tener que dar cuenta a nadie, ser autosuficientes, dueños de sí mismos. El
proceso que el tentador siguió con ellos fue así: entró en diálogo con ellos,
les inoculó la duda de la bondad de Dios, les presentó el mal como bien y ellos
cedieron, cegados por la soberbia, lastimando y ofendiendo a Dios Creador y
Padre. Y después que cedieron a la tentación no asumieron su responsabilidad
culpando al otro. Dios, triste, tuvo que imponer su pena a nuestros primeros
para que recapacitasen de la gravedad del pecado.
En segundo lugar, el demonio existe…y si no,
preguntemos a Cristo que tuvo que lidiar con él toda su vida terrena. Jesús
habló de Satanás varias veces. Pero sobre todo, tuvo que luchar contra él. Al
inicio de su ministerio, ahí estaba Satanás esperándole en el desierto para
hacerle caer y así tergiversase su misión de Mesías; no ya un Mesías de cruz e
infamia, sino de glorias y honores. Y como Cristo le venció, el demonio no se
desanimó y le esperó para otra oportunidad, cuando estuviese más débil
humanamente hablando, en el huerto de Getsemaní. Durante su ministerio cuántas
veces tuvo que luchar contra Satanás y los demás demonios que habían entrado en
tantos corazones (evangelio) y que le insultaban. Satanás se apoderó del alma
traidora de Judas. En la cruz, fue Satanás quien gritaba por la boca odiosa de
aquel turista que por ahí pasaba: “Si eres Hijo de Dios, baja de la
cruz”. Cristo vino al mundo para derrotar a Satanás en el mismo campo donde
él había vencido: en el hombre, desde que lo creó. Y Cristo le ganó con su
pasión, muerte y resurrección.
Finalmente, el demonio existe…y si no, preguntémonos a la
Iglesia, a la sociedad y a nosotros mismos. ¿Quién provocó tantas herejías,
cismas a lo largo de los siglos? Sólo podía ser el gran provocador, Satanás,
que tantas veces puso la zancadilla en el camino. Nuestra sociedad hoy en
muchas partes ha apostatado primero de la Iglesia, luego de Cristo, y ahora de
Dios. ¡Cuántas leyes inicuas están promulgando en algunos Estados! ¿Quién está
dirigiendo esta sinfonía infernal sino Satanás, príncipe de este mundo como lo
llamó Cristo? ¿Quién no ha sido tentado por el demonio, ya sea en la carne, ya
sea en el espíritu? Todos hemos sido tentados por esta fuerza malévola, por
este ser misterioso y horrible, para que desobedezcamos a Dios y pasemos a sus
filas.
Para reflexionar: La demonología es un capítulo «muy
importante» de la teología católica y que hoy en día se descuida demasiado.
Existe una laguna en la enseñanza de la teología, en la catequesis y en la
predicación. Y esta laguna solicita ser colmada. Estamos ante «una de las
necesidades más grandes» de la Iglesia en el momento presente. ¿Quién lo habría
previsto? La catequesis de Pablo VI sobre la existencia a influencia del
demonio produjo un resentimiento inesperado por parte de la prensa. Una vez
más, se acusó a la Cabeza de la Iglesia de retornar a creencias ya superadas
por la ciencia. ¡El diablo está muerto y enterrado! – nos quieren hacer creer.
El Papa Francisco también ha hablado varias veces del demonio: “La
presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia
termina también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el
demonio…Vigilemos siempre, pues ¡jamás el demonio ha sido expulsado para
siempre! Sólo el último día lo será”(En santa Marta, 13 de octubre 2014).
Para rezar: Recemos la oración a san Benito: “Glorioso Padre Benito,
ayúdanos en la lucha contra el demonio, el mundo y la carne. Aleja de nosotros
cualquier influencia maligna, las tentaciones, el poder del Mal, los peligros
para nuestro espíritu y para nuestro cuerpo. Ayúdanos a confiar en el Amor de
Dios nuestro Padre, en la Fuerza de Cristo nuestro Salvador, y en la Presencia
del Espíritu Santo nuestro Defensor. Amén”.
Zenit: P. antonio Rivero, "el demonio existe, aunque tú no lo creas"
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