Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66.
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A Isabel se le
cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y
parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la
felicitaban.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo:
–«¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron:
–«Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo:
–«¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron:
–«Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
–«¿Qué va a ser este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Pautas para la homilía
La
figura de Juan Bautista
Los
escritos neotestamentarios no ahorran elogios a su persona. En la boca de
Jesús ponen la proclamación de que Juan “el mayor de los nacidos de
mujer”. Cuando se redactan esos escritos existían comunidades en torno a
la persona de Juan el Bautista. Era necesario aclarar que el acto
profético de mayor relieve de Juan Bautista fue mostrar entre sus seguidores a
Jesús, como “el que ha de venir”.
Juan
es el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Como puente es paso para
sortear barreras entre ambos momentos del plan de salvación. Algunos utilizaron
ese puente: de discípulos de Juan se hicieron discípulos de Jesús. Otros se
negaron a utilizarlo. Fueron éstos sobre todo los representantes más genuinos
de la religión judía.
La
misión de Juan
Luz y
salvación. Isaías nos presenta en la primera lectura al “llamado por su
nombre” ya en el seno materno para ser luz y salvación de todos, no sólo de los
judíos. Lo ha de ser desde su condición de siervo de Dios. San Juan en el
prólogo de su evangelio se ve obligado a realizar ciertas precisiones ante
alguna confusión que existía entre las comunidades cristianas y las seguidoras
de Juan Bautista. Juan no era la luz, sino el testigo de que la luz se
había hecho presente en Jesús de Nazaret. He ahí la misión de Juan: descubrir
dónde está la luz, en medio de la opacidad. Señalar al maestro en medio de la
confusión. A él le toca “ir delante del Señor a preparar sus caminos...”,
como proclamara su padre Zacarías, en el cántico –que no aparece en el texto
evangélico de esta Eucaristía-. Juan proclamó en su día quién era el salvador y
sigue proclamándolo hoy. Nos corresponde atender a su anuncio. Y seguir su
ejemplo: ser siervos que anuncien quién es el salvador, no constituirnos en
salvadores; indicar dónde está la luz no ponernos como generadores de esa luz.
Bautismo
de conversión o penitencia, según diversas traducciones. Así resume Pablo
la misión de Juan Bautista en la segunda lectura. Penitencia o conversión que
debía preparar la llegada del Mesías. Juan es el encargado de inducir a
la limpieza interior, a la transparencia que permita, sin recovecos interiores,
sin valles, sin montañas, permitir que Cristo-luz se introduzca en lo íntimo
del ser. Hoy, también necesitamos empeñarnos en ese oscuro trabajo depurador de
nuestro interior, para convertirlo en campo donde la semilla de la Palabra
encuentre propicia la tierra, germine y fructifique.
Profeta
del Altísimo. Así lo proclama Zacarías, el padre de Juan, en el cántico
previo a que Lucas señale cómo fue creciendo el niño. Juan Bautista es profeta.
Hoy celebramos el nacimiento de ese profeta “y más que profeta”, que diría
Jesús de él. Profeta que anuncia la salvación y el perdón de los pecados,
profeta de la “entrañable misericordia de nuestro Dios”. En medio de tantos profetas,
falsos profetas de calamidades, que diría Juan XXIII, nos gustaría ser profetas
de salvación. De auténtica salvación, la que se descubre en el previo encuentro
con Dios de entrañas misericordiosas.
Carácter
de Juan Bautista
Su
carácter se afianzaba en la medida que crecía. Lo fue afianzando dice el texto
evangélico dedicando parte de su vida al silencio y la soledad en el desierto.
“La mano de Dios estaba con él”, dice el texto; pero esa “mano de Dios”, había
que discernirla en la oración, la reflexión, el discernimiento.
Vemos a Juan Bautista como un hombre íntegro, que vive austeramente, porque
sabe prescindir de lo no esencial para centrarse en lo que sí lo es. Que no se
predica a sí mismo, que se abaja para que se eleve quien es el Mesías. Es manera
de ser que fue forjando en ese tiempo de desierto. Necesitamos el “desierto”,
con su austeridad, con tiempo para reflexión y oración, para afianzar nuestro
modo de ser, y no dejarnos llevar por pulsiones interiores que nos rebajan al
buscar ensalzarnos o consideraciones externas que nos engañen al halagarnos.
Fray Juan José de
León Lastra
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/24-6-2018/pautas/
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