Lectura del santo evangelio según san Mateo
5,17-19
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la
Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que
antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra
o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes,
y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los
cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios
nos cambia el corazón
Este
relato del primer libro de Reyes narra cómo el rey Ajab llama a Elías, profeta
de Israel, y a los profetas de Baal al monte Carmelo para enfrentarlos. Hay una
gran sequía en el reino y Ajab quiere determinar qué dioses pueden ayudar a
paliar el sufrimiento del pueblo. Frente a los sortilegios y hechizos de los
profetas de Baal, Elías reconoce la misericordia de su Dios, que ha sustentado
y atendido sus necesidades. Ya le había alimentado con la tinaja vacía de la
cual hizo brotar harina para él, la viuda y su hijo. Ahora, en el monte
Carmelo, Elías, después de recomponer el altar del sacrificio, suplica la
actuación del Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, para que su Dios sea
honrado y reconocido en todas las naciones. Elías ha aprendido a depender de
Dios. Si algo podía lograrse era dependiendo de la voluntad divina. Si el Señor
no lo hace, nadie lo hará. Pero es la voluntad de Dios la que el profeta busca
y ruega que se haga. No pretende ensalzarse y buscar su gloria, sino pedir la
ayuda divina para que la voluntad de Dios sea manifestada y la gloria de Dios
brille y se haga realidad en esa necesidad concreta. Pedir que Dios acuda en
nuestro auxilio, que se cumpla su voluntad en honor y alabanza suya. Aquello
que pedimos en el Padre nuestro, aquello que nos enseñó Jesús estando en la
cruz: “Padre hágase tu voluntad”. Esto es lo que ensalzó a Elías como uno de
los padres de nuestra fe, y esta confianza es la que Jesús nos pide como
afianzamiento de nuestra confianza en Dios.
La nueva
Ley y la nueva santidad es Cristo Jesús
En
este pasaje del evangelio de Mateo, Jesús se presenta como plenitud de la Ley y
los profetas. Dios ha ido guiando a su pueblo y exigiendo de ellos el
cumplimiento de la Ley como camino de unificación y ordenamiento del pueblo
elegido. Su fidelidad a Yahvé se manifestaba en el seguimiento de esa ley. Pero
ahora Dios ha completado su alianza enviando al Salvador del Pueblo y por Él y
a través de Él, manifiesta su nueva alianza. “Este es mi Hijo amado, escuchadlo”.
La ley es necesaria en toda sociedad civil como salvaguarda y afianzamiento de
la convivencia y expresión de la legitimidad y cumplimiento de los derechos
humanos. Esa ley antigua que había gobernado al pueblo de Israel, tiene ahora
un nuevo contenido. Jesús pone la plenitud de la Ley en realizar el Reino de
Dios en nuestra historia. Llevar a cumplimiento el amor definitivo de Dios al
hombre, manifestado en la resurrección de Jesús. Ese amor debe cumplirse y
animar toda la vida de los discípulos del resucitado. Amaos unos a otros como
Yo os amé. La ley ha perdido fuerza en su literalidad. Ahora debe primar la
fuerza del espíritu que da sentido a esa ley. El seguimiento cristiano no se
limita a la observancia ritualista de un código de normas. La nueva legalidad
es la del amor, la de la respuesta generosa al don amoroso de Dios, que nos amó
primero y entregó a su propio Hijo hasta la muerte. El amor del discípulo de
Jesús no puede tener otro límite que el de la entrega radical, total y
definitiva. No podemos ser rácanos en nuestra respuesta al amor de Dios, sino
como Elías, esperar todo de Él, y que Dios realice en nosotros y haga brotar
toda la fuerza del espíritu, para que nuestras obras den gloria y manifiesten
el amor infinito de Dios. Y en la confianza de que Dios siempre responde a
nuestras oraciones, podemos decir con S. Pablo “Cristo nos ha liberado, para
vivir en la libertad de los hijos de Dios”
Con
humildad y sintiendo la presencia y la fuerza del espíritu, ¿nos aplicamos a
realizar el Reino de Dios en nuestras vidas?
Pidamos
confiados lo que Jesús nos enseñó: “Padre, hágase tu voluntad en la tierra como
en el cielo”, porque lo que pidáis al Señor con confianza, se nos concederá.
D. Oscar Salazar,
O.P.
Fraternidad San Martín de Porres (Madrid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/13-6-2018/
Fraternidad San Martín de Porres (Madrid)
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