San Isidro Labrador © Real Asociación Española De Cronistas Oficiales
Su esposa fue santa María de la Cabeza
MAYO 14, 2018 21:20 ISABEL ORELLANA VILCHESTESTIMONIOS DE LA
FE
«Patrón de Madrid y de los agricultores y campesinos españoles. Un
hombre devoto de la Eucaristía y de la Virgen que amasó su fe en medio del
esplendor de la naturaleza que le hablaba de Dios. Su esposa fue santa María de
la Cabeza»
La vida de Isidro nuevamente pone sobre el tapete una indiscutible
realidad: para ser santo basta con amar en todo momento. No hay más. Cualquier
otro afán que no esté regido por ello se deslinda de ese camino. Lo que viene
llamando la atención en él desde hace siglos fue
Juan Diáconos intetizó su existencia en seis páginas en
su Vita Sancti Isidoro, redactada en el siglo XIII. Nació Isidro de
Merlo y Quintana en Madrid a finales del siglo XI, puede que hacia 1082, en una
humilde casa cercana a la iglesia de San Andrés. Sus padres eran cristianos
mozárabes, fieles a la fe que le inculcaron. Entonces Madrid era una modesta
Villa que al ser conquistada por los almorávides obligó a muchos a huir. Uno de
ellos fue Isidro, cuyo primer oficio había sido el de pocero. Al llegar a la
localidad madrileña de Torrelaguna comenzó a ganarse la vida como labrador. Era
un hombrehumilde y sencillo, de gran corazón, que enamoró a María Toribia,
con la que se desposó. Ella, también canonizada, es conocida con el nombre de
santa María de la Cabeza.
Después de pasar por Caraquiz y Talamanca,la pareja se
asentó en Madrid. Isidro retornó al campo si bien no poseía tierras que
cultivar, sino que estaba al servicio de Juan de Vargas al que conoció en
Talamanca. Juan era una especie de terrateniente, dueño de hectáreas extendidas
por las riberas del Manzanares así como por barrios y aledaños de la ciudad,
como los Carabancheles Alto y Bajo, Getafe, Jarama… En casa de Vargas nacería
Illán, hijo de Isidro y de María, y en ella fue objeto de uno de los numerosos
milagros que se atribuyen al santo ya que la familia había establecido su
morada en ese palacio. El niño era muy pequeño cuando en un descuido se cayó al
pozo, con la natural conmoción de su madre. Conocedor del hecho su padre, al
regresar de su trabajo suplicó a la Virgen de la Almudena su mediación.
Entonces el agua subió llegando casi a rebasar el borde del pozo lo cual le
permitió extraer a Illán sin rasguño alguno.
Isidro era especialmente devoto de la Eucaristía y de la Virgen. No fue
hombre versado. No conoció más paisajes que las pocas localidades que recorrió
y la majestuosidad de una naturaleza que le hablaba de Dios. Así se doctoró
humana y espiritualmente. La paciencia, el tesón, la generosidad, la
constancia, la esperanza, la belleza…, todas las virtudes brotaban en su
entorno enhebradas de silencios, rotos únicamente por la inigualable sinfonía
que le acompañaba: el murmullo del agua, el trinar de las aves o el susurro del
viento. Todo era imagen de Dios. Y María acunándole desde su trono en la
Almudena y en Atocha. Su camino hacia la santidad lo efectuó desde el anonimato
y la sencillez de una vida colmada del amor a Dios, rubricada por la honestidad
en cada uno de sus actos: responsabilidad en el hogar y en el trabajo,
abnegación con todos… Un sentimiento hondo de gratitud y paz en medio de la
humilde tarea que llenaba muchas de sus horas: uncir los bueyes, cuidado de los
animales, poda de rastrojos, vendimia, siembra, cosecha, etc.
Su conducta quedaba realzada en medio de una sociedad dada a vivir con
largueza, sumida en ciertas costumbres alejadas del evangelio. Digamos que los
gestos del santo denunciaban vicios que dominaban a la clase civil y a la
eclesiástica. El pueblo llano siempre ha sabido distinguir de forma natural la
grandeza de una vida que se derrama sin estridencias, pero que está ahí,
haciendo germinar en derredor multitud de bendiciones, marcando la brújula de
la verdad divina.
Gregorio XV dijo de él: «nunca salió para su trabajo sin antes oír,
muy de madrugada, la Santa Misa y encomendarse a Dios y a su Madre Santísima». Todos
se percataban de su piedad, bondad y caridad con los pobres. Su fe era tanta
que alguna vez, según narra la tradición popular, los ángeles acudieron a
reemplazarle en su tarea, arando las tierras para que pudiera asistir tranquilo
a misa sin faltar a su trabajo. El hecho, que forma parte de su proceso de
canonización, fue contemplado por un atónito Juan de Vargas que acudió a
comprobar su rendimiento laboral ante alguna denuncia que debió llegar a sus
oídos en contra de Isidro. Este milagro ha sido recogido por la iconografía;
es, por ello, uno de los más conocidos que se le atribuyen al santo, en cuya
causa se contabilizaron más de cuatrocientos. Otros prodigios los compartió con
su santa esposa, como cruzar el río Jarama sobre una mantilla.
Murió en Madrid el 15 de mayo de 1130. Fue sepultado en el cementerio de
San Andrés, de cuya parroquia era diácono Juan, redactor de su vida. A través
de una revelación divina en 1212 se descubrieron sus restos, constatándose que
su cuerpo estaba incorrupto. Desde entonces se le considera patrón de Madrid.
Pablo V lo beatificó el 14 de junio de 1619. Y Gregorio XV lo
canonizó el 12 de marzo de 1622, pero al fallecer éste, hubo que esperar al 4
de junio de 1724 fecha en la que Benedicto XIII expidió la bula de canonización.
Aquél gran día de 1622 en la gloria de Bernini se encumbraba a los altares a un
humilde campesino junto a estas grandes figuras de la Iglesia: Ignacio de
Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y Felipe Neri. El 16 de diciembre de
1960 Juan XXIII declaró a Isidro patrón de los agricultores y campesinos
españoles.
https://es.zenit.org/articles/san-isidro-labrador-15-de-mayo-4/
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