Mons. Reinaldo Nann

lunes, 14 de mayo de 2018

Evangelio del día, 14-05-2018 (Séptima Semana de Pascua)


Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe

lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»

Reflexión del Evangelio de hoy
Le tocó a Matías
Hoy, día de San Matías, el libro de los Hechos, segunda parte de la obra lucana, nos presenta su elección y la incorporación al grupo de los Doce. Este grupo había sido elegido por Jesús después de orar (Lc 6,12), lo que expresaba ya su significatividad en el proyecto del Reino. Al igual que el Antiguo Testamento muestra como Dios asentó a Israel sobre las doce tribus, Jesús sustenta ahora al nuevo pueblo de Dios sobre los Doce apóstoles. El Maestro los instruye de forma especial tras su Resurrección (Hch1, 3-8), pues tienen la misión de ser garantes cualificados, junto al Espíritu, del camino que va a ir recorriendo la Iglesia.
Sin embargo, uno del grupo no sólo abandona el proyecto, sino que traiciona a Jesús. El libro de los Hechos afirmará que esto ya había sido profetizado en el libro de los Salmos: “la morada había quedado desierta” (Sal 69,26), “su cargo debía ocuparlo otro” (Sal 109, 8). Por ello deciden elegir a otro para restaurar el grupo de los Doce. Las características que ha de cumplir son las que, según Lucas, define al apóstol. En primer lugar, haber compartido con el Jesús histórico su vida y su misión, y la segunda, haber sido testigo de su resurrección, un encuentro con Cristo vivo.
El método propuesto para realizar la elección mezcla la intervención divina, los que están reunidos oran; y la actuación de la comunidad, puesto que lo echan a suertes, práctica conocida en el AT como portadora de la voluntad divina (Nm 27,21; Dt 33,8;1 Sm 14,41). La comunidad aparece, así como mediadora para transmitir la voluntad de Dios. El libro de los Hechos en muchas ocasiones utilizará la expresión “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido” (15,28). La suerte recae sobre Matías, Mattiyahu, cuyo nombre significa “don de Yahvé”. El grupo de los Doce se ve reconstituido con este don del Señor y aparece preparado para recibir el Espíritu Santo que ira conduciendo a la Iglesia a lo largo de la Historia. A la luz de esta Palabra, puedo interrogarme: ¿En qué medida soy apóstol? ¿Es mi comunidad mediadora de la voluntad de Dios para mí?
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos
El texto que nos propone la liturgia de hoy está enmarcado en los llamados discursos de despedida. Jesús antes de pasar de este mundo al Padre quiere dejar a los discípulos su testamento vital (Jn 13-17). En él, Jesús expresa que ser discípulo para el cuarto evangelio conlleva dos dimensiones: permanecer en él (15,1-11), y amarse entre los hermanos como Jesús los ha amado (15,12-17).
 Permanecer en Jesús
Jesús invita con este verbo “permanecer” a una relación con él.  El verbo expresa la corriente interior de vida que se genera entre Jesús y el creyente. La metáfora utilizada anteriormente, la vid y los sarmientos, es muy gráfica. El discípulo para tener vida y dar fruto ha de estar unido a Jesús. Sin él no puede hacer nada (cf. Jn 15,5).
La causa de esta relación es la misma elección de Jesús. Su amor es tal, que Él nos ha elegido, no lo hemos elegido nosotros. Él nos ha amado primero y nos ha amado como el Padre lo ama. La respuesta a esta relación íntima con Jesús se manifiesta “guardando sus mandamientos”, llevando a cabo las palabras que nos ha dicho y que constituyen un proyecto de felicidad para nosotros/as. Esa respuesta no supone un esfuerzo para el discípulo, sino que a modo de fruto que crece en el sarmiento unido a la vid, así brota en su vida.
Esta experiencia de la vida de Jesús en nosotros, produce un gran gozo que se desborda de dentro hacia fuera. Aquel que se sabe “enganchado” a la persona y a la vida de Jesús derrama espontáneamente alegría como una fuente de agua que se desparrama haciendo crecer todo tipo de vida a su alrededor. Decía Nietzsche: “si tienes un por qué puedes vivir cualquier cómo”. La experiencia de Jesús en nosotros es un gran “por qué”, que nos permite vivir en clave de sentido los “comos” de la realidad de nuestra vida, aunque a veces vengan marcados por la tristeza o el dolor.
Amarse entre los hermanos como Jesús les ha amado (15,12-17).
Este es el otro signo del creyente en Jesús: el amor a los hermanos de comunidad. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 13,35). Ese será la señal reconocida desde fuera de la comunidad, el amor recíproco entre los hermanos. La relación que tengan los hermanos entre sí será reflejo de la relación de cada uno de ellos con el mismo Jesús. 
El amor fraterno es respuesta a este amor de Dios previamente experimentado. Podríamos decir que este amor entre los hermanos cierra el círculo de relaciones entre el Padre, el Hijo y sus seguidores y establece entre ellos una corriente de vida que irradia la común-unión. Jesús expresa la cuantía de este amor mediante una experiencia que todos entendemos: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Alguien decía, que un amigo es un hermano que se elige. Con el amigo se da una relación afectiva recíproca, a la vez que una confidencialidad que nace de una confianza mutua. Es una relación marcada por la gratuidad, de ahí que Jesús utilice esta experiencia humana para mostrar el amor fraterno, ese que nace de la opción y de la generosidad desinteresada. La palabra me interroga ¿Cómo vivo mi relación con Jesús, es una relación de un amigo con otro amigo? ¿Y mi relación con mis hermanos de comunidad?

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/14-5-2018/

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