Lectura del santo evangelio según san Juan
16, 5-11
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Ahora me voy al que me envió, y
ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos
dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo
es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a
vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga,
dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una
condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al
Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está
condenado.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Del
estruendo a celebrar la fe
Probablemente
busquemos signos como el estruendo que abre las puertas de la cárcel a Pablo y
a Silas que alimenten nuestra fe, pero debemos preguntarnos si es necesario
este tipo de signos para creer hoy.
Quizás
no nos han enseñado a celebrar la fe por el mero hecho de habernos convertido
al Señor, por creer en Jesucristo, que es lo que hace el carcelero con Pablo y
sus discípulos. Primero sana a Pablo sus heridas, luego se bautiza con su
familia, los subió a su casa, les prepara la mesa y celebraron una fiesta en
familia por haber creído en Dios.
Pues
bien; a mi parecer, es más importante esto segundo de celebrar la fe que el
estruendo. Hemos de pasar del estruendo que sólo provoca ruido a la admiración
y sobre todo a la fe. El estruendo puede cuestionarnos, pero lo que de verdad
provoca la fe es su celebración.
La
pregunta del carcelero es clara: ¿Qué tengo que hacer para salvarme? Y la
respuesta de Pablo es sencilla y clara: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú
y tu familia. Y recibieron la instrucción en la palabra de Dios en familia.
¿A
dónde vas?
Continúa
Jesús con los discursos de despedida, y recrimina a sus discípulos el por qué
nadie se pregunta ¿adónde va? Sino que la tristeza les ha llenado el
corazón. Jesús introduce al Espíritu como consecuencia de su partida: os
conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor.
En cambio si me voy, os lo enviaré.
La
presencia del Espíritu dejará convicto a este mundo con la prueba de un pecado,
de una justicia y de una condena. El pecado es la increencia, de una justicia,
porque Jesús parte al Padre, y no será visto. La única forma de creer en él
será su palabra y el testimonio de sus discípulos, y la condena, porque el
príncipe de este mundo ya está condenado. Porque al no creer, ya está
condenado. Esto es fruto del sacrificio y glorificación de Cristo, en la que ha
sido derrotado Satanás.
Previo
a estos versículos se dice que llegará incluso una hora cuando el que os dé
muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido al
Padre ni a mí. Ese es el mayor pecado, atentar contra la vida, sin conocer al
autor de la vida, y quien nos ha mostrado su origen. Pero quitar la vida
pensando en que dan culto a Dios es permanecer en la ignorancia y desconocer al
autor de la vida. Es despreciar la vida en todas sus dimensiones.
Fr. Alexis González
de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/8-5-2018/
No hay comentarios:
Publicar un comentario