Lectura del santo evangelio según san Juan
14, 1-6
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Que no tiemble vuestro corazón;
creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando
vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo,
estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice:
- «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le
responde: - «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino
por mí.»
Reflexión del Evangelio de hoy
A
vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación
Pablo
y Bernabé siguen predicando el plan de salvación en cada comunidad de las
ciudades por las que pasan en su periplo apostólico; desde Chipre llegan a la
costa, se adentran en el interior de Anatolia (hoy la conocemos como Asia
menor, o la parte asiática de Turquía) y se encaminan a Antioquía de Pisidia
para allí también predicar el evangelio. El mensaje que transmiten no es otro
que el proyecto o plan de salvación de Dios sobre los hombres, que se
implementa mediante el cumplimiento de las Sagradas Escrituras, toma perfil
cercano y humano en Jesús de Nazaret. Con él, logra el culmen dicho plan
gracias a la Muerte y Resurrección, plan que continua con la predicación de la
Buena Noticia que llevan a cabo los testigos de Jesucristo. La comunidad,
convocada por el Espíritu, se siente continuadora de esta tarea pues a eso la
catapulta la Eucaristía, la Palabra y nuestra vida testificando su salvación.
Pablo se empeña en subrayar que la gran actuación de Dios con su pueblo se
cumple con creces en la Resurrección de Jesucristo, aval de nuestra salvación,
logro imposible de obtener con la ley de Moisés. Es lo insólito y, al tiempo,
grandioso, de la actuación de Dios con su Hijo a nuestro favor.
Nadie
va al Padre sino por mí
Estamos
en el contexto del adiós de Jesús a los suyos. Se impone dejar algunas cosas
claras en esta hora final: una, obligado es creer en Jesús de Nazaret; y otra,
es oportuno saber a dónde se dirige ahora. ¿Por qué creer en él? Porque, una
vez más, nos dice que es el único camino que nos lleva hasta el Padre y es el
absoluto necesario para nuestra salvación. Sabiendo a Jesús, es decir,
conociéndolo y, sobre todo, siguiendo su camino, no sólo disponemos de la mejor
orientación vital y creyente, sino que también disfrutamos de la vida en su más
transparente verdad. Porque Jesús el Señor es quien resume las mejores
aspiraciones de nuestro corazón y los empeños más fraternos de nuestra
esperanza. Dios, y su contexto amoroso, rehúye la mentira, es Dios de vivos y,
con el empuje del Espíritu hace que nuestro recorrido vital, nuestra biografía,
sea siempre nuevo, genere nuevos horizontes y recobre la altura de miras que
nos acerca al Padre. Instantes de despedida que suelen ser momentos para gustar
las esencias de la verdad salvadora, el alcance del Evangelio y el compromiso
vital de ser testigos de la verdad resucitada de Cristo. El texto evangélico es
una forma de decir nuestra habitual ecuación salvadora: Cristo, el que nos
orienta hacia Dios por el camino de la vida verdadera compartida y vaciada con
el hermano. Nuestra verdad creyente, nuestra solidaridad efectiva.
Bueno
es conocer las líneas maestras de la doctrina cristiana, pero ¿la comunidad cae
en la cuenta que los creyentes seguimos a una persona, Cristo, y no una
doctrina?
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/27-4-2018/
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