Lectura del santo evangelio según san Juan
10,1-10
En
aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el
aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido,
pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el
guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por su nombre a sus
ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de
ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo
seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús
les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por
eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que
han venido antes de mí son ladrones y bandidos: pero las ovejas no los
escucharon. Yo soy la puerta: quien entra por mí, se salvará, y podrá entrar y
salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer
estrago: yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Reflexión del Evangelio de hoy
La
conversión que lleva a la Vida
Dicho
está, cada ser humano es irrepetible, es diferente al resto, no existen un ser
humano exactamente igual en el planeta, por mucho que digan que todos tenemos
un doble en algún lugar del mundo, no, somos únicos. Pero a la vez hay algo que
nos une, somos seres humanos, da igual nuestras diferencias, las
peculiaridades, las especificidades de cada uno, los colores, las ideas, las
creencias, las cualidades y los defectos, somos seres humanos, pobladores del
mismo planeta y eso nos hace iguales.
Dentro
de este grupo grande vamos formando diferentes grupos que se van ubicando según
características parecidas y eso nos ayuda a colocarnos en posturas, en
espacios, en tiempos, en pensamientos, en creencias, en configuraciones, vamos
buscando nuestro lugar con nuestros semejantes.
Existe
un problema, cuando dejamos de partir de lo que nos une, de lo que nos coloca
en el mismo lugar para estar pendientes de lo que nos separa, de lo que nos
hace diferentes y hace que crezcan las distancias, en vez de convertirnos a lo
que nos lleva a la Vida, a lo que nos lleva a la verdadera salvación, la que
nos humaniza, la que nos aporta luz para el camino.
Gran
problema es creer que somos poseedores de la verdad, que en nosotros está
la razón del conocimiento, que los hechos son tal y como los vemos, que la vida
se basa en nuestra experiencia. La existencia es como un puzzle, necesitamos
del resto de las piezas para hacer el paisaje completo, somos únicamente una
pieza, importante porque sin nosotros la imagen no es completa, pero sólo una
pieza, sin las demás quedamos vacíos y sin sentido.
¿Qué
buscamos en los demás para complementar nuestra Vida? ¿De qué nos tenemos que
convertir para llegar al vida? ¿Aceptamos la diferencia y la
complementariedad de los demás?
Yo
soy la puerta
Es
cierto que desde que somos pequeños identificamos los sonidos, las caras, los
lugares, los olores. Somos capaces desde bien pequeños de reaccionar ante
aquello que vamos identificando como cercano y como no conocido, a medida que
vamos creciendo vamos siendo conscientes de aquello que no debemos hacer, de
los lugares por los que no debemos entrar, de las personas a las que no debemos
acercarnos y de las que no debemos separarnos.
Después
de varios años trabajando y acompañando a niños y adolescentes te haces
consciente de cómo son capaces de reaccionar ante diferentes estímulos, si
convences a un niño que es capaz de hacer algo conseguirá maravillas, pero si
se le mutila la ilusión o la esperanza, terminará por creer que no sirve para
nada. Sabe reconocer la voz de quien le hace caminar, de quien es su puerta
para llegar a la libertad.
Los
cristianos entendemos esa puerta como Cristo, el que venció a la muerte
para llegar a la vida, para ser vida, para dar vida,
es capaz de sacar lo mejor de lo que parecía ya perdido, de hacer brotar de lo
más profundo aquello que nadie es capaz de ver, de buscar lo que estaba
extraviado, de devolver lo que había sido arrancado. Sin fe esto no se puede
llegar a aceptar, porque sólo la fe hace “que las montañas lleguen a moverse”.
¿Cuál
es nuestra puerta? ¿Qué voz seguimos cuando escuchamos tanto ruido en nuestra
sociedad? ¿Cómo hablamos a los demás? ¿Somos creíbles en nuestras palabras y
nuestras obras?
Hna. Macu Becerra
O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia
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