Lectura del santo evangelio según san Juan
6, 60-69
En
aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oirlo, dijeron: -«Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos
lo criticaban, les dijo: - «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del
hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no
sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo,
algunos de vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no
creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: - «Por eso os he dicho que nadie
puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos
discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús
les dijo a los Doce: - «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le
contestó: - «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna;
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Jesucristo
te cura
San
Lucas nos ha presentado en estos primeros capítulos del libro de los Hechos la
expansión de la Iglesia, primero en Jerusalén, luego en Samaria y por fin más
allá de los límites de Israel, tal y como el Señor había prometido al ascender
al cielo.
Contemplamos
a Pedro, figura central en estos pasajes, realizando los mismos gestos del
Señor Jesús. Leyendo el texto que hoy nos presenta la primera lectura, podemos
ver como en flashback a Jesús resucitando a la hija de Jairo, o curando al
paralítico. Pedro usa incluso sus mismas palabras. Son signos semejantes que
quieren despertar la fe en nosotros.
Pero
llama la atención que con el milagro, se pide la colaboración del curado:
“Levántate y haz la cama”. Tras ocho años tendido en una camilla, lo que puede
estar indicándonos que la postración de este enfermo era total, tras la frase
lapidaria “Jesucristo te cura”, no está todo hecho. A Eneas se le pide que él
también participe con su acción en esa curación que le ofrece el Señor. Parece
resonar aquí la pregunta de Jesús al paralítico de la piscina de Betesda “¿quieres
quedar sano?”. Porque nosotros, cristianos, debemos tener la conciencia clara
de que todo nos viene de Dios, pero debemos actuar como si todo dependiera de
nosotros.
De la
resurrección de Tabita, quisiera resaltar el hecho de que “era muy generosa
haciendo buenas obras y dando limosnas”. Como nos dice San Lucas en el paralelo
que encontramos en el Evangelio (Lc. 12,33), el que da limosna tiene un tesoro
inagotable en el cielo. Por eso Tabita alcanza la misericordia de Dios que no
quiere la muerte de sus fieles. Por eso el Señor rompe sus cadenas y la libera
de los lazos de la muerte, devolviéndola viva a la comunidad, para que viendo
estos signos, muchos se conviertan y crean.
Os
quiero amigos, no esclavos
Al
final del discurso en la sinagoga de Cafarnaúm, tras la multiplicación de los
panes, viene este momento de crisis en la comunidad de discípulos que siguen al
Señor. “Este lenguaje es duro. ¿Quién puede escucharlo?”. Se puede percibir la
tristeza del evangelista cuando relata que desde entonces muchos discípulos se
volvieron atrás y ya no andaban con él.
A
nosotros nos puede pasar lo mismo. Estamos en un tiempo en que la vida
cristiana debe ser vivida a la intemperie, a contracorriente, proclamando unos
valores que el mundo entiende como contravalores y podemos ceder a la tentación
de cobijar en nuestro corazón este pensamiento: esto es muy duro, ¿quién puede
cargar con esto? Mejor marcharse.
Y sin
embargo, sorprende la libertad de Jesús frente al abandono de los discípulos.
No quiere a nadie a la fuerza y conmina a sus apóstoles, que como los otros,
acaban de saciarse de pan y le han visto caminar sobre las aguas, a tomar una
decisión, “¿también vosotros queréis marcharos?”.
La
decisión de quedarse o marcharse dependerá de que hayamos experimentado fuertemente
que “la carne no sirve de nada, las palabras que os he dicho son espíritu y
vida”. Nos está hablando de que Jesús ha asumido toda nuestra limitación, él ya
sabe que seguirle no es un camino fácil y lo sabe porque está dispuesto a
caminar firmemente hacia la cruz; pero antes ha asumido nuestra debilidad,
incluida la muerte. En su carne, hecha Eucaristía, encontramos la fuerza para
no abandonarle y seguir adelante con la alegría de saber que seguimos a un
Maestro Resucitado. Sólo así encontraremos la vida eterna vivida ya aquí, ya
ahora.
MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/21-4-2018/
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