Mons. Reinaldo Nann

martes, 7 de noviembre de 2017

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»

Reflexión del Evangelio de hoy

Cada miembro está al servicio de los otros miembros

Hay varias imágenes que buscan explicar lo que es la comunidad de seguidores de Cristo Jesús. San Pablo, en su intento de ponernos en bandeja el ser de la comunidad cristiana, acude al cuerpo, del que Cristo es la cabeza. Y a lo largo de sus cartas saca las consecuencias. Hoy nos insiste en que “cada miembro está al servicio de los otros miembros”. Los miembros de un cuerpo no son egoístas, no miran solo para sí. Así son y se comportan los miembros de un cuerpo, y así somos y nos debemos comportar los cristianos. No podemos mirar solo para nosotros, para nuestro bien. Un cuerpo forma una unidad, una comunión profundamente intensa donde todos están al servicio de todos. Lo que le pasa a uno repercute en todos los demás. El brazo no puede decir a la mano…  no me importa cómo te vaya pues no soy mano, soy brazo.
Es cierto que no todos los órganos son iguales, son distintos y tienen diversas funciones. Así en la iglesia. Cada uno tenemos diferentes dones y los hemos de poner para el bien de todos. Hoy san Pablo nos explica con detalle el modo como hemos de trabajar con los talentos recibidos.
Tirando del hilo, nos indica cómo hemos de comportarnos en las distintas circunstancias en las que nos encontremos: en la relación con los demás, en la actividad, en la oración, en la tribulación, con los que ríen, con los que lloran… Siempre buscando el bien de todo el cuerpo, de toda la comunidad cristiana. Como resumen: “Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno”.

Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios

Jesús, por impulso de su gran corazón, declara dichoso al que “coma en el banquete del reino de Dios”. ¡Cómo no va a ser dichoso el que tenga a Dios por su Rey y Señor, el que entre en el reino de Dios, donde solo se servirán los manjares que llenan el corazón humano y todos los que se oponen a Dios y hacen daño al hombre estarán prohibidos!
Es verdad que Jesús fue acogido y sigue siendo acogido por muchas personas, pero Jesús también experimentó la amargura del rechazo. Es lo que nos describe el mismo Jesús en la parábola del evangelio de hoy. El hombre que dio un banquete fue rechazado, por los invitados, que pusieron mil excusas para no asistir.
Jesús sufrió vivamente por ser rechazado, por él y por los que le rechazaban. Ante Jerusalén lo exteriorizó llorando por no ser acogido por sus vecinos, y momentos antes de ser condenado a morir en la cruz, en el huerto de Getsemaní, su corazón se inundó de tristeza. Tristeza en la que iba incluido el enorme error de los que le rechazaban de no aceptar el gran tesoro que les ofrecía de sentido, de salvación, de esperanza.  


https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/7-11-2017/

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