Mons. Reinaldo Nann

domingo, 29 de octubre de 2017

XXX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)

Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo 22, 20-26
Así dice el Señor:
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»
Salmo
Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab
R. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Yo te amo, Señor;
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. R.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10
Hermanos:
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
- “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Pautas para la homilía
La presencia de la divinidad, su descubrimiento, es fascinante. Se trata de un encuentro personal que no deja indiferente. Acercarnos al misterio es una aventura que siempre implica un cambio y exige a menudo adoptar una perspectiva que orientará la vida de otro modo. Uno de esos cambios consiste en ponerse el lugar de la otra persona. Supone asumir la llamada regla de oroen la que se pide no hacer a nadie lo que no estás dispuesta a padecer en ti misma. Estas trasformaciones conllevan siempre una perspectiva ética y, por lo tanto, tienen una dimensión social.
En el texto del libro del Éxodo se muestra claramente esta perspectiva. La lectura se refiere a actitudes y a prácticas que los seres humanos establecemos para con los otros, que marcan las diferencias, que señalan los lugares sociales que ocuparemos, los privilegios que tendremos y, especialmente, los efectos que todo ello tendrá en las vidas vividas. En boca del Señor se hace una enumeración de estas vidas precarizadas. Así, ser forastero, viuda, huérfana significa ocupar un lugar distinto del que se tenía anteriormente y asumir una desprotección casi total frente al resto. Sin embargo, la presencia de Dios pone la atención en que estas relaciones deben ser de otro modo. Necesitan ser transformadas y orientadas éticamente.
Estos cambios cuestan, como bien sabemos, muchos esfuerzos. Requieren orientar nuestras miradas, ver en “los otros” diferencias, pero también similitudes que nos hagan cada vez más próximos y reconocer que, frente a los demás, siempre tenemos responsabilidades. En eso consiste reconocer nuestra vulnerabilidad.

El Salmo canta “tú eres mi roca”, “peña mía”. Parece invocar ese mismo principio transformador de nuestras vidas. Entonces “mi fuerza”, lo que soy y orienta mi vida está en aquellas actitudes, prácticas y toma de posiciones que voy asumiendo cotidianamente. Pero la “roca” sobre la que gira nuestra vida creyente, no reside solo en mí, es más bien lo que sucede junto con los otros, con los de mi alrededor, de los que vamos haciéndonos próximos. Ellos y ellas son los “lugares” en los que nos reconocemos y que nos aproximan a Dios. Y quizá esta opción vital por vivir las relaciones responsables con los demás sea también la dureza y la permanencia de nuestra roca.
Al mismo tiempo, acoger la palabra de Dios, es la decisión que las personas de Tesalónica tomaron. Parece que siguieron el ejemplo de Pablo y otros discípulos y por ello, el apóstol dice de esa comunidad que se han comportado: “acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo”. Y quien actúa conforme al evangelio no necesita mucho más que decir porque su vida ya se pone de parte de quien lo necesita y habla por sí sola.

A pesar de todo no resulta nada fácil cambiar convicciones, verdades adquiridas o certezas asumidas desde antiguo. A menudo recurrimos a las leyes civiles y religiosas para que nos orienten en la toma de decisiones. Vivimos en estados de derecho en los que, de un modo u otro, depositamos nuestras confianzas, pero existen también otras formas de orientarnos para vivir en común. Se trata del amor. El evangelio de Mateo nos plantea esta propuesta de vida que se convierte en radical. No es una ley que podemos o no asumir, sino que es nuestra forma de ser. En el amor nos jugamos, medimos y calibramos quiénes vamos siendo, y siempre lo hacemos en común. Esa es nuestra verdad radical. Quizá, por eso, Jesús señala una única orientación para el amor. Amarnos a nosotros mismos, aprender a amar la vida común que nos damos los unos a los otros es igual a amar al Dios de la vida.  

Dña. Montserrat Escribano
CPJA-El Levantazo-Valencia

https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/29-10-2017/pautas/

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