Mons. Reinaldo Nann

domingo, 15 de octubre de 2017

XXVIII Domingo del tiempo ordinario Año litúrgico 2017 - (Ciclo A)

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 25, 6-10a
Aquel día,
el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos.
Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos,
el paño que tapa a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros,
y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país.
- Lo ha dicho el Señor -.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara;
celebremos y gocemos con su salvación.
La mano del Señor se posará sobre este monte.»
Salmo
Sal 22, 1-3a. 3b-4- 5. 6
R. Habitaré en la casa del Señor por años sin término

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me gula por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 4, 12-14. 19-20
Hermanos:
Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.
En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús.
A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
- «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
"Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
"La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparo en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
"Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

Pautas para la homilía
Si la comida es necesaria para vivir, no lo es menos para celebrar los acontecimientos importantes de la vida. ¿Quién no ha asistido a un banquete de boda, comida de cumpleaños, cena de gala…? Y todo ello ¿no conlleva alegría? El refranero español apuntala esa alegría “No hay boda sin canto, ni ….”.Evidente. Eso es lo que celebramos este domingo: el Banquete de la Alegría y la Libertad.

Por si no había quedado suficientemente claro –véase el evangelio del domingo pasado- la alusión a las fuerzas “religiosas y a los senadores de Israel”, con la comparación de la viña y el trato a los criados, Cristo lo plantea hoy desde el banquete del REINO, reforzado por la lectura de Isaías.

El rey que invita al banquete, es un tanto especial. Solo recuerda e invita formalmente a los principales y amigos, y ante la negativa de todos ellos, -cada cual tenía sus quehaceres- en lugar de no seguir el rey adelante con el festín,-podía haberlo suprimido, que sería lo más normal- lo que hace es invitar de manera informal a los que estén en y por los caminos. Es un anfitrión que se sale de la norma: no suprime el banquete sino que invita informal e indiscriminadamente a todos. Era un rey que no guardaba ni normas ni convencionalismos sociales del momento. Pasa de lo políticamente correcto a lo ridículamente correcto.

Al escuchar la parábola de Mateo, el oyente tiene que tomar posición. Por el cumpli-miento de las leyes de la iglesia ¿tengo derecho a la invitación real? No necesariamente. Y si tengo derecho a la invitación, ¿puedo rechazarla? Claro que sí. La condición necesaria para aceptarla es desde la libertad y por amor al reino.

Ante el rechazo invitatorio el rey rompe con las normas, y es tal el valor del banquete, que envía a los criados a la encrucijada de los caminos. En el seguimiento de Cristo, siempre y sin saber cuándo, aparece el cruce de caminos, ante los que no hay más remedio que optar, bien por entrar al banquete de la VIDA y compartir socialmente el alimento que en él se da, bien rechazando la invitación.

El traje de fiesta, es la invitación al banquete, el regalo del Señor. Si se deja en casa, cuando el rey se pasee entre los comensales (comensalidad) a reparar sus necesidades, la falta de invitación conllevará la exclusión del banquete.

Habría que ver a Jesús con los suyos disfrutando alegremente en las bodas de Galilea, del “festín de manjares suculentos y vinos de solera manjares enjundiosos, vinos generosos”. Pasó de la comparación del trabajo en la viña a la alegría del banquete de la libertad.
Dios no se da por vencido en su generosidad, por eso abre las puertas del banquete a la humanidad, aun contando con desplantes de los primeros invitados, y descuido de los segundos, que no saben valorar la grandeza de la invitación.

La parábola concluye con un proverbio: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos” Los llamados responden anteponiendo sus intereses, ignorando y rechazando, incluso violentamente, la invitación, quizá por considerarla menos importante que sus propios intereses. Los escogidos, invitados harapientos y andrajosos, también, si no llevaban con dignidad su vocación. La invitación de Dios al Banquete del Reino de su Hijo obliga a poner en acto las aptitudes de los invitados.

La solidaridad, uno de los actos, está presente en la segunda lectura, la de Pablo a los Filipenses. La solidaridad se concreta en pasar de invitados a invitantes; de ser cristianos anunciadores, criados, y siervos de tal Rey, a salir a las encrucijadas para animar a quienes, con el traje de boda, deseen entrar a formar parte de la comensalidad divina, sintiendo la mirada de Dios, su voz, su cariño y su salvación: ser misioneros en el mundo.

En la encrucijada de los caminos de la vida, el verdadero seguidor de Cristo sigue la dirección del “Banquete del Reino”, dejando a un lado la de la indiferencia, el individualismo y la división, y así vivir para gustar la comunidad eclesial que es vino generoso y manjar enjundioso.

¿Hemos perdido la invitación del Señor, o la hemos roto? ¿Cuál es la dirección que hemos tomado en nuestro caminar? ¿Quizá el indicador de la encrucijada que apunta al bienestar? ¿Estamos acostumbrados a vivir sin tener en el horizonte de la vida la visión del Reino? Acomodados confortablemente en nuestro camino ¿vemos en el arcén al otro, para animarlo y acompañarlo? En definitiva, ¿cómo construimos el Reino de Dios en el mundo?

Ahí quedan las preguntas.

Fr. Carlos Recas Mora O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)

https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/15-10-2017/pautas/

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