Mons. Reinaldo Nann

lunes, 9 de octubre de 2017

“¿Qué sacerdote quiero ser?”: El Papa hace la pregunta de la formación sacerdotal

Congreso de la Congregación para el clero

El Card. Stella 07/10/2017 © L'Osservatore Romano


(ZENIT – Roma, 8 de octubre de 2017). – “Qué sacerdote deseo ser?”: el Papa Francisco hizo esta pregunta a los 268 participantes de un congreso internacional organizado por la Congregación para el clero que recibió este sábado 7 de octubre en la Sala Clementina del Vaticano.
O más bien, el Papa Francisco les ha propuesto hacerse esta pregunta: “Qué sacerdote deseo ser?”. Y señaló la alternativa: “Un sacerdote de salón, tranquilo e instalado, o un discípulo misionero cuyo corazón arde por el Maestro y por el pueblo de Dios? Un sacerdote que se entierra en su bienestar o un discípulo en camino?”

El sacerdote se debe formar “huyendo tanto de una espiritualidad sin alma como de un compromiso mundano sin Dios”
Para el Papa, la formación sacerdotal es “determinante para la misión de la Iglesia” : ”La renovación de la fe y el futuro de las vocaciones solo es posible si somos sacerdotes bien formados”
Esta formación, según el Papa, depende primero de Dios, y luego de la libertad humana: del sacerdote, de los obispos y del pueblo de Dios.
La acción de Dios 
“La formación sacerdotal depende en primer lugar de la acción de Dios en nuestra vida y en nuestras actividades” señaló el Papa, que evoca la imagen de la vasija de barro modelada por el alfarero: es Dios quien “transforma nuestro corazón, y esto durante “toda la vida”. Y advierte “Aquel que no se deje formar por el Señor cada día, se convierte en un sacerdote apagado, en un ministerio inerte, sin entusiasmo por el Evangelio, ni pasión por el pueblo de Dios”.
La respuesta de la libertad al don de Dios 
Para el Papa, el sacerdote debe aportar también su contribución a la obra del “alfarero divino”: en “el taller del alfarero, hay al menos tres protagonistas”, los sacerdotes mismos, los obispos y el Pueblo de Dios.
El sacerdote mismo, por su elección de vida: “Más que por el ruido de las ambiciones humanas, preferirá el silencio y la oración, más que la confianza en su propio trabajo, sabrá abandonarse en las manos del alfarero y en su providencia creativa, más que por ideas preconcebidas, se dejará guiar por una sana inquietud del corazón que orientará su incompletitud hacia la alegría del encuentro con Dios y sus hermanos. Más que el aislamiento, buscará la amistad de sus hermanos en el sacerdocio y de sus próximos, sabiendo que su vocación nace de un encuentro de amor con Jesús y con el Pueblo de Dios”.
Los formadores y los obispos
El rector del seminario, los directores espirituales, los educadores, y los obispos son llamados “del taller” del alfarero para “cuidar” de las vocaciones al sacerdocio, subraya el Papa que insiste sobre el ejercicio del “discernimiento” y recomienda “una cercanía cargada de ternura y de responsabilidad hacia la vida de los sacerdotes, una capacidad de ejercer el arte del discernimiento como un instrumento privilegiado de todo el camino sacerdotal”.
El Papa insiste también en el “trabajar juntos”, lo que supone “cruzar los límites de las fronteras de las diócesis”, “beneficiar el diálogo” y “proponer cursos de formación dignos de esta importante tarea” de manera a “suscitar la esperanza allí donde las cenizas han cubierto las brasas de la vida, y engendrar la fe en los desiertos de la historia”.
El Pueblo de Dios 
El Papa indica como “tercer protagonista de la formación sacerdotal” – y que recomienda “no olvidar nunca” –: “el Pueblo de Dios”.
Tomando la metáfora del alfarero el Papa estima que el pueblo de Dios es “el giro que da forma a la arcilla de nuestro sacerdocio”.
El Papa recomienda a los sacerdotes de “dejarse dar forma por sus expectativas, dejarse tocar por sus heridas “, de “caminar en medio de él”, a pesar de las “resistencias” y de las “incomprensiones”. Visiblemente el Papa habla con experiencia.
Observa que “el pueblo de Dios es capaz de gestos sorprendentes de atención y de ternura hacia sus sacerdotes”.
Con esto concluye el Papa, la “verdadera escuela de formación humana, espiritual, intelectual y pastoral” porque “el sacerdote debe ser aquel que se encuentra entre Jesús y la gente”.

Traducción de Raquel Anillo

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