Mons. Reinaldo Nann

viernes, 27 de octubre de 2017

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,54-59
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer? Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.»

Reflexión del Evangelio de hoy

No hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero
Pablo tiene claras dos cosas y a través de sus palabras nos invita a reflexionar en ello y asentir con él. Por una parte es consciente de que es un esclavo del pecado, que él desea hacer el bien pero muchas veces es el  mal el que le sale, y esto no lo puede evitar, ni por sus fuerzas, ni aun poniendo todo su empeño y toda su voluntad, porque el pecado que habita en él y en nosotros nos impide hacer el bien que desea nuestro corazón. La segunda cosa que Pablo tiene clara es que sólo la gracia de Dios nos puede liberar de este mal a través de Cristo Jesús, el único Salvador.
Nuestra naturaleza, herida por el pecado original, está levemente inclinada hacia el mal. Por eso el ser humano es un ser dividido que aspira al bien y, sin embargo, hace el mal. Lo más sorprendente de esto es que somos conscientes de esta controversia, porque, como dice San Pablo, nuestra razón está de acuerdo con la ley de Dios, pero, también el Apóstol en otra ocasión nos dirá que las tendencias de la carne no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden.

¡Cuántas veces nos hemos propuesto hacer el bien! Nuestra mente y nuestro corazón nos dicen las cosas buenas que tenemos que hacer en nuestra vida como: poner a Dios en el centro de nuestra vida, amar a nuestro prójimo, incluso al que nos cae mal, dominar nuestro mal carácter o nuestros bajos instintos, etc… , pero de repente actuamos de forma contraria.
Ante esta situación de esclavitud en que se encuentra el ser humano, la de querer vivir según la voluntad de Dios y no poder, nos hacemos la misma pregunta que Pablo: “¿Quién me librará de este ser mío presa de la muerte?” Y no tenemos otra respuesta que la que él mismo da: “Dios por medio de Cristo Jesús".

Cristo es el que nos ha liberado de las ataduras de la muerte, el que nos saca de las tinieblas y del sufrimiento que nos causa el pecado, y nos lleva a la luz y a la alegría  de la libertad y la paz. Así que ante este regalo tan grande sólo podemos decir como Pablo: “Doy gracias”
Dejemos que el Espíritu de Cristo invada nuestro corazón y, libres de toda inclinación al pecado, podamos experimentar al Vida Eterna aquí y ahora.

¿Cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?

En este relato Cristo se queja de la ceguera espiritual  que tenían los judíos al no reconocer el tiempo del Mesías, a pesar de estar éste entre ellos.
“¿Cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?” Esta misma pregunta también nos la hace hoy a nosotros. Jesús habla del tiempo presente como el Kairós, esto es un tiempo de gracia, que si se deja escapar ya no vuelve.

Es cierto que nosotros ya reconocemos a Cristo, sabemos que vino, pero ahora cabe preguntarse si reconocemos su presencia constante en nuestra vida, en tantos acontecimientos y personas que nos rodean. Si realmente fuéramos más conscientes de la acción y presencia de Dios en nuestra historia, tal vez viviríamos de otra manera, con más confianza en Dios y dispuestos a vivir de cara a Él.
Una vez me preguntaron qué era lo más importante en la vida del cristiano y mi primera respuesta fue “la humildad”, y es verdad que ésta es importante pero no lo más importante. La respuesta que me dieron fue “el discernimiento”, porque si sabemos distinguir la voluntad de Dios y, por supuesto, llevarla a la práctica, seremos santos, fin último del cristiano.
Señor danos tus Espíritu para que siempre podamos discernir tu voluntad.

MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)

https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/27-10-2017/

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