Mons. Reinaldo Nann

domingo, 3 de septiembre de 2017

XXIII Jornada por la Vida “El Evangelio de la Familia: Esperanza para el mundo



Agradecidos a Dios por la próxima visita de Su Santidad Francisco al Perú, celebramos la Semana Nacional de la Familia. El Papa ha exhortado al pueblo peruano a trabajar por la unidad, contribuyendo así a la construcción de la Iglesia, mirando el futuro con la esperanza de alcanzar lo que el Señor ha prometido[1]. Con este llamado Su Santidad nos exhorta a una conversión de vida ¿Cómo pueden las familias en el Perú responder al llamado del Santo Padre?

Cada familia cristiana es ámbito privilegiado para recorrer el camino de la unidad y la esperanza. Sin la familia cristiana faltaría la unidad básica de vida y de construcción de la “familia de Dios”, que es la Iglesia[2]. Es muy importante, pues, el testimonio y el compromiso público que ella da en medio del mundo necesitado de amor, de significado, de esperanza y alegría.

La familia, siendo una institución humana, no es creación humana sino un don de Dios. El amor del hombre por la mujer, de la mujer por el hombre, sellado en el sacramento del matrimonio es signo real y visible del amor de Cristo por su Iglesia. El Apóstol san Pablo asegura que "el amor edifica" (1Cor 8,1), y también dependerá del amor la construcción de la unidad en la familia.

Los momentos de crisis social que vivimos, expresada en corrupción, delincuencia y agresiones a la dignidad y la vida del prójimo, exige que las familias cristianas testimonien con valentía y coherencia la unidad como fruto del amor —don supremo del Espíritu Santo—, que se manifiesta en la fidelidad, en el respeto de cada uno, en especial de los más vulnerables, en la honestidad, en la búsqueda del bien común, antes que de los propios intereses personales o particulares, y en el perdón y la reconciliación.

Cuando el esposo reza por la esposa y la esposa reza por el esposo, cuando los padres rezan por los hijos y los hijos por los padres, el vínculo que une a la familia llega a ser más fuerte que las tentaciones de división. Y entonces, al final de un día de desencuentros, la reconciliación puede llegar con un pequeño gesto, o con palabras sencillas como ‘perdón’, ‘permiso’, ‘gracias’[3]. Nunca hay que olvidar que “la familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios[4].

Familia: toma conciencia de que tu esfuerzo por vivir la unidad, como fruto de la oración y del Espíritu Santo, ayuda a la sociedad a abrirse al Evangelio; y así contribuyes a la construcción de la Iglesia. En efecto, siendo un humilde y vivo signo de la unidad de la Iglesia, las familias cristianas se hacen Evangelio para el mundo al testimoniar que el amor y la reconciliación son posibles hoy, y que Dios está presente en medio de nosotros. Y donde está Dios se puede mirar el futuro con esperanza[5], de la que brota la alegría.

Pidamos a nuestra Madre Santa María y a los santos peruanos, “reserva” de nuestro pueblo, que intercedan por cada familia, en sus esfuerzos por vivir la unidad, y sean así esperanza y alegría para nuestro país y para el mundo.

COMISIÓN EPISCOPAL DE FAMILIA Y VIDA





[1] Cf. Francisco, Mensaje a todos los peruanos (video), 05.08.2017
[2] Cf. Benedicto XVI, Discurso 20.02.2006
[3] Cf. Francisco, Audiencia 02.05.14
[4] San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 41.
[5] Cf. Benedicto XVI, Discurso 24.09.2011

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