Día litúrgico: Lunes
XXXII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 17,1-6): En aquel tiempo,
Jesús dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay
de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino
y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de
vosotros mismos.
»Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente,
perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a
ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás».
Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe». El
Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este
sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido».
Comentario: Rev. D. Pedro-José YNARAJA i
Díaz (El Montanyà, Barcelona, España).
«Si peca contra ti siete veces al día (...), le perdonarás»
Hoy, el Evangelio nos habla de tres temas importantes. En
primer lugar, de nuestra actitud ante los niños. Si en otras ocasiones se nos
hizo el elogio de la infancia, en ésta se nos advierte del mal que se les puede
ocasionar.
Escandalizar no es alborotar o extrañar, como a veces se
entiende; la palabra griega usada por el evangelista fue “skandalon”, que
significa objeto que hace tropezar o resbalar, una piedra en el camino o una
piel de plátano, para entendernos. Al niño hay que tenerle mucho respeto, y ¡ay
de aquél que de cualquier manera le inicie en el pecado! (cf. Lc 17,1). Jesús
le anuncia un castigo tremendo y lo hace con una imagen muy elocuente. Todavía
se ven en Tierra Santa piedras de molino antiguas; son una especie de grandes
diávolos (se parecen también, en mayor tamaño, a los collares que se ponen en
el cuello a los traumatizados). Introducir la piedra en el escandalizador y
echarlo al agua expresa un terrible castigo. Jesús utiliza un lenguaje casi de
humor negro. ¡Pobres de nosotros si dañamos a los niños! ¡Pobres de nosotros si
les iniciamos en el pecado! Y hay muchas formas de perjudicarlos: mentir,
ambicionar, triunfar injustamente, dedicarse a menesteres que satisfarán su
vanidad...
En segundo lugar, el perdón. Jesús nos pide que perdonemos
tantas veces como sea necesario, y aún en el mismo día, si el otro está
arrepentido, aunque nos escueza el alma: «Si tu hermano peca, repréndele; y si
se arrepiente, perdónale» (Lc 17,3). El termómetro de la caridad es la
capacidad de perdonar.
En tercer lugar, la fe: más que una riqueza del
entendimiento (en sentido meramente humano), es un “estado de ánimo”, fruto de
la experiencia de Dios, de poder obrar contando con su confianza. «La fe es el
principio de la verdadera vida», dice san Ignacio de Antioquía. Quien actúa con
fe logra cosas asombrosas, así lo expresa el Señor al decir: «Si tuvierais fe
como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate
en el mar’, y os habría obedecido» (Lc 17,6).
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