Día litúrgico: Miércoles VII de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19): En aquel tiempo,
Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los
que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos,
yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno
se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.
»Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para
que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el
mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te
pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son
del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es
verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y
por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en
la verdad».
Comentario: Fr. Thomas LANE (Emmitsburg,
Maryland, Estados Unidos).
«Que tengan en sí mismos mi alegría colmada»
Hoy vivimos en un mundo que no sabe cómo ser
verdaderamente feliz con la felicidad de Jesús, un mundo que busca la felicidad
de Jesús en todos los lugares equivocados y de la forma más equivocada posible.
Buscar la felicidad sin Jesús sólo puede conducir a una infelicidad aún más
profunda. Fijémonos en las telenovelas, en las que siempre se trata de alguien
con problemas. Estas series de la TV nos muestran las miserias de una vida sin
Dios.
Pero nosotros queremos vivir el día de hoy con la alegría
de Jesús. Él ruega a su Padre en el Evangelio de hoy «y digo estas cosas en el
mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada» (Jn 17,13). Notemos que
Jesús quiere que en nosotros su alegría sea completa. Desea que nos colmemos de
su alegría. Lo que no significa que no tengamos nuestra cruz, ya que «el mundo
los ha odiado, porque no son del mundo» (Jn 17,14), pero Jesús espera de
nosotros que vivamos con su alegría sin importar lo que el mundo pueda pensar
de nosotros. La alegría de Jesús nos debe impregnar hasta lo más íntimo de
nuestro ser, evitando que el estruendo superficial de un mundo sin Dios pueda
penetrarnos.
Vivamos pues, hoy, con la alegría de Jesús. ¿Cómo podemos
conseguir más y más de esta alegría del Señor Jesús? Obviamente, del propio
Jesús. Jesucristo es el único que puede darnos la verdadera felicidad que falta
en el mundo, como lo testimonian esas citadas series televisivas. Jesús dijo,
«si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que
queráis y lo conseguiréis» (Jn 15,7). Dediquemos cada día, por tanto, un poco
de nuestro tiempo a la oración con las palabras de Dios en las Escrituras;
alimentémonos y consumamos las palabras de Jesús en la Sagrada Escritura;
dejemos que sean nuestro alimento, para saciarnos con la su alegría: «Al inicio
del ser cristiano no hay una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro
con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida» (Benedicto XVI).
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