Hoy celebramos la fiesta de un "Personaje" que
nos resulta misterioso: el Espíritu Santo. Él es un "Alguien divino":
la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Cristo —en la Última Cena— dio su
Cuerpo y su Sangre a los Apóstoles. Ahora, ya resucitado, les da el Espíritu
Santo, su propio Espíritu. Esta donación se completó cincuenta días después, el
día de "Pentecostés".
A Jesús lo podemos imaginar, porque es Dios Hijo que se
hizo hombre. Gracias a su sacrificio en la Cruz, el Espíritu Santo es enviado a
nosotros. No podemos imaginar cómo es, porque no es material: es espíritu puro,
es Alguien real, es una Persona. Permanece entre y dentro de nosotros como la
"sombra de Cristo".
—Espíritu Santo, Amor Divino: veo a los Apóstoles
transformados después de recibirte: perdieron el miedo y empezaron a predicar
con convicción y sabiduría. Transfórmame también a mí: métete en mi corazón, en
mi entendimiento y conduce mi existencia para que la viva divinamente.
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant
Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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