Mons. Reinaldo Nann

domingo, 27 de marzo de 2016

Pascua de Resurrección


Estamos en la fiesta de Pascua. Nuestra fe confiesa que Jesucristo «Fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos». Y por eso proclamamos con júbilo: «Surrexit Dominus de sepulcro qui pro nobis pependit in ligno. Aleluya». (cf. EE)

El Catecismo nos hace recordar la finalidad del sacrificio del Hijo de Dios, cuando precisa: “La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Cf. CIC 599).

El designio y voluntad de Dios es que todos los hombres se salven, por eso: “Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Jn 8, 34-36). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús y luego a los propios apóstoles” (cf. Lc 24, 44-45).

En la Pascua cantamos el triunfo de Cristo Resucitado. “Anunciamos la muerte de Jesús y proclamamos su resurrección”. Dios, como Padre misericordioso viene a nosotros en su Hijo, porque nos ama, para invitarnos a la conversión y para salvarnos. Solo Cristo Resucitado, nos da la verdadera libertad.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

R.P. Guillermo Inca Pereda

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