Mons. Reinaldo Nann

lunes, 28 de marzo de 2016

Adorar es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios

Hoy, más que nunca, se hace necesaria la adoración. Adorar es postrarse, es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios. Sólo la verdadera humildad puede reconocer la verdadera grandeza, y reconoce también lo pequeño que pretende presentarse como grande.

Una de las mayores perversiones de nuestro tiempo es que se nos propone adorar lo humano dejando de lado lo divino. “Sólo al Señor adorarás” es el gran desafío ante tantas propuestas de nada y vacío. No adorar a los ídolos contemporáneos —con sus cantos de sirena— es el gran desafío de nuestro presente. Ídolos que causan muerte no merecen adoración alguna, sólo el Dios de la vida merece adoración y gloria.

Adorar es decir “Dios” y decir “vida”. Adorar es ser testigos alegres de su victoria, es no dejarnos vencer por la gran tribulación y gustar anticipadamente de la fiesta del encuentro con el Cordero, el único digno de adoración y en quien celebramos el triunfo de la vida y del amor sobre la muerte y el desamparo.

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos del Papa Francisco) (Città del Vaticano, Vaticano).

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