Mons. Reinaldo Nann

lunes, 12 de octubre de 2015

Humildad (los "dolientes" aprenden a ver)

Los "tres jóvenes" en el horno encendido
Hoy todavía los hay que —en nombre de la "objetividad" del saber— pretenden de Dios "un signo". La raíz de esta equivocada exigencia no es otra que el egoísmo, un corazón impuro, que únicamente espera de Dios el éxito personal, la ayuda necesaria para absolutizar el propio yo ("yo Le puedo medir"). Esta forma de religiosidad representa el rechazo fundamental de la conversión ("Él debe ser mi medida").

La humildad del silencio —¡Job!— es muy importante como primer paso en la sabiduría. Resulta sorprendente que las quejas contra Dios sólo en una mínima parte procedan de los dolientes de este mundo; mayormente provienen de "espectadores saturados" que nunca han sufrido. ¡Los dolientes han aprendido a ver! En este mundo, la alabanza sale de los "hornos" donde tantos se abrasan: el relato de los "tres jóvenes" en el horno encendido contiene una verdad más profunda que la que se expresa en los tratados eruditos.

—Jesús, ¡cuántas veces pedimos un signo y nos cerramos a la conversión! ¡La Cruz es el signo!

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).

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