Hoy, Nicodemo, el mismo que "des-clavaría" a
Jesucristo, recibe anticipadamente una revelación: el Hijo del hombre sería
"ex-altado" (puesto en alto desde la tierra) y atraería a todos hacia
sí. La Iglesia naciente, bajo la guía del Espíritu Santo, fue ahondando
lentamente en esta verdad. Una cosa estaba clara desde el principio: con la
Cruz de Cristo, los antiguos sacrificios del templo quedaron superados
definitivamente. ¡Había ocurrido algo nuevo!
Dios no quería ser glorificado mediante los sacrificios de
toros y machos cabríos, cuya sangre no puede purificar al hombre ni expiar por
él. El nuevo culto anhelado, pero hasta entonces todavía sin definir, se había
hecho realidad. En la Cruz de Jesús se había verificado lo que en vano se había
intentado con los sacrificios de animales: Cristo ha ocupado su puesto. El templo
seguía siendo un lugar venerable de oración y anuncio. Sus sacrificios, en
cambio, ya no eran válidos para los cristianos.
—Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu
Santa Cruz redimiste al mundo.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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