Mons. Reinaldo Nann

jueves, 13 de agosto de 2015

Sin Dios no hay perdón

Hoy nos encontramos con los límites de nuestra fuerza para curar, para superar el mal. Nos encontramos con la prepotencia del mal, a la que no conseguimos dominar sólo con nuestras fuerzas. Esto es: sin Dios no hay perdón; y, sin perdón no hay curación. No en vano el tema del "perdón" aparece continuamente en todo el Evangelio.

Al siervo despiadado —un alto mandatario del rey— le había sido perdonada la increíble deuda de diez mil talentos; pero luego él no estuvo dispuesto a perdonar la deuda, ridícula en comparación, de cien denarios que le debían. Superar la culpa exige el precio de comprometer el corazón; y aún más, entregar toda nuestra existencia. Y ni siquiera basta esto: sólo se puede conseguir mediante la comunión con Aquel que ha cargado con todas nuestras culpas.

—Señor, cualquier cosa que debamos perdonarnos mutuamente es siempre bien poco comparado con la bondad con que tú perdonas a todos.

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).

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