Mons. Reinaldo Nann

martes, 14 de julio de 2015

La conversión


Hoy nos impresiona mucho la queja de Jesús. Casi que no podemos imaginarnos a Jesucristo —Infinita Misericordia— maldiciendo a esas ciudades. Pero no es tanto un enfado, sino un grito de dolor divino, porque los corazones humanos rechazan el amor de Dios.

La conversión es imprescindible en nuestra vida, porque somos débiles: ¡estamos "tocados" por el pecado original! Hemos de reconocer que nos cuesta entender y hacer el bien, y cometemos ofensas. Lo razonable, por tanto, es rectificar, convertirse y pedir perdón a nuestros hermanos y a nuestro Señor. Si no lo hacemos, entonces, dejamos de percibir el amor del Dios que nunca deja de amar.

—Señor, sé que Tú nunca me abandonas, ni siquiera cuando te ofendo. Concédeme un corazón noble para no engañarme escondiendo mis culpas. Dame la "valentía" de dejarme perdonar por ti. No permitas que me aleje de ti por la falta de penitencia. Quiero reposar en tu misericordia.

Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).

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