Mons. Reinaldo Nann

miércoles, 27 de mayo de 2015

La expiación de Cristo por los pecados de la humanidad

Hoy, ante las pueriles pretensiones de notoriedad de los Apóstoles, Jesús opone su responsabilidad divina: Él ha querido "expiar" (pagar) por nuestros pecados. En la Pasión, toda la suciedad del mundo entra en contacto con el inmensamente Puro, con el alma de Jesucristo, Hijo de Dios. Si lo habitual es que lo impuro, con el contacto, contagie lo que es puro, aquí tenemos lo contrario.

En este contacto, la suciedad del mundo es realmente anulada, transformada mediante el dolor del amor infinito. Pero, ¿acaso no es un "Dios cruel" el que exige una expiación infinita? La realidad del mal que deteriora el mundo y contamina la imagen de Dios, es una realidad que existe, y por culpa nuestra. No puede ser simplemente ignorada, tiene que ser eliminada. No es que un Dios cruel exija algo infinito; es justo lo contrario: Dios mismo se pone como lugar de reconciliación y, en su Hijo, toma el sufrimiento sobre sí.

—Dios mismo introduce en el mundo el don de su infinita pureza.

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).

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