Hoy Jesús predice su muerte y resurrección, con la imagen
de la tristeza que se vuelve gozo. Como la mujer que da a luz sufre, pero
cuando tiene al bebé en sus brazos se olvida del sufrimiento, así la muerte de
Jesús es dolorosa para los suyos, pero la resurrección les alegrará.
La alegría es verdadera si brota de Jesucristo muerto y
resucitado. En Él todo sufrimiento se transforma en alegría: salvando al hombre
a través del dolor, Cristo ha "redimido" (transformado) al mismo
sufrimiento. Un dolor que engendra más dolor y desesperación no está centrado
en Cristo, sino en uno mismo. En cambio, si está vinculado con Él, fluye la
alegría del corazón como un torrente desbordante.
—Ven, Espíritu Santo, y en medio de las tristezas de esta
vida, concédenos el don del gozo espiritual, y con María —causa de nuestra
alegría— haz que vivamos la alegría pascual de Jesús resucitado y que nada ni
nadie nos la pueda quitar.
Comentario: Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM
(Barcelona, España).
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