Mons. Reinaldo Nann

viernes, 7 de noviembre de 2014

El "purgatorio"


Hoy, incluso para este "administrador infiel", del corazón de Jesús sale una alabanza (por su astucia). Admiramos la tenacidad divina para salvar nuestras vidas, ni que sea aprovechando algunos pocos "fragmentos" de bien que Él encuentre en nuestra existencia terrena. En esta línea discurre la enseñanza católica sobre el "purgatorio".

En gran parte de los hombres —eso podemos suponer— queda en lo más profundo de su ser una última apertura interior a la verdad, al amor, hacia Dios, aunque en las opciones concretas de la vida dicha apertura se haya empañado con compromisos con el mal. Dios puede recoger los "fragmentos" y hacer "algo" con ellos (purificarlos y unirlos). Necesitamos una cierta limpieza final (¡un purgatorio!), donde la mirada de Cristo nos limpie de verdad, haciéndonos aptos para Dios y capaces de estar en su morada. Es una necesidad tan humana que, si no existiera el purgatorio, ¡habría que inventarlo!

—Señor, antes que una "pieza malograda de un alfarero", deseo ser salvable para culminar contigo mi existencia.

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