Mons. Reinaldo Nann

lunes, 6 de octubre de 2014

Mi "prójimo"


Hoy, en el centro de la historia del buen samaritano, se nos plantea la pregunta fundamental de qué hacer para heredar la vida eterna. Jesucristo se remite a la Biblia, cuya respuesta es indiscutible. Pero el tema deriva hacia una cuestión práctica, de ambigua dilucidación en aquel tiempo: "¿Quién es mi prójimo?".

A una pregunta tan concreta, Jesús respondió con esta parábola… Y aparece el samaritano, que no se cuestiona hasta dónde llega su obligación de solidaridad ni tampoco cuáles son los méritos necesarios para alcanzar la vida eterna. Ocurre algo muy diferente: se le rompe el corazón y él mismo se convierte en "prójimo", por encima de cualquier consideración. Aquí la pregunta cambia: no se trata de establecer quién sea o no mi prójimo entre los demás. Se trata de mí mismo.

—Señor, ayúdame a ser una persona que ama, una persona de corazón abierto que se conmueve ante la necesidad del otro. Entonces encontraré a mi prójimo, o mejor dicho, será él quien me encuentre.

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