Mons. Reinaldo Nann

martes, 26 de agosto de 2014

XX Jornada por la Vida: “Familia, Custodia de la Vida”


El día de hoy la Iglesia en el Perú quiere celebrar en esta Jornada por la Vida el don precioso de la vida humana, especialmente en las primeras etapas desde su concepción. En esta ocasión, de manera especial, ante la promulgación de una norma que atenta contra la vida del concebido.

San Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium Vitae, nos dijo que “el Evangelio de la Vida está en el corazón del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas.” Debemos de tomar esta frase como una exhortación, un llamado de atención a anunciar el don de la vida, con fidelidad y también con fuerza, interpelando a la sociedad a ser defensora de la vida.


La vida humana es sagrada desde el primer momento, ya que desde el principio comporta la acción creadora de Dios, y nadie, en ninguna circunstancia puede arrogarse “el derecho a matar de modo directo a un ser humano inocente”1. Es por eso que la voz de la Iglesia se levanta y dice que “el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción”2 y debe ser defendido y protegido reconociéndole todos los derechos, especialmente el primero y más importante, el derecho a la vida. Este pensamiento está recogido también en las leyes peruanas, en nuestra Constitución Política (art. 1 y art. 2 inciso 1) y nuestro Código Civil (Sección Primera, Título I). El tutelar la vida del concebido es obligación del estado, y crear las condiciones para que esto ocurra es un deber irrevocable.

En momentos en que vivimos graves atentados contra la vida, injusticias y guerras es necesario recordar en palabras de Benedicto XVI que “El camino para la realización del bien común y de la paz pasa ante todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural.”3 No podemos entonces buscar la paz y la reconciliación de los hombres, sino entendemos que el primer paso es custodiar la vida, especialmente de los más indefensos y vulnerables. Continúa Benedicto XVI en un llamado de atención que debe movernos y despertar nuestras conciencias “Quienes no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y, en consecuencia, sostienen por ejemplo la liberación del aborto, tal vez no se dan cuenta que, de este modo, proponen la búsqueda de una paz ilusoria. La huida de las responsabilidades, que envilece a la persona humana, y mucho más la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán traer felicidad o paz. En efecto, ¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido? Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente. Tampoco es justo codificar de manera subrepticia falsos derechos o libertades, que, basados en una visión reductiva y relativista del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas encaminadas a favorecer un pretendido derecho al aborto y a la eutanasia, amenazan el derecho fundamental a la vida.”3

No podemos olvidar en esta reflexión el gran don de la maternidad, que hace posible que en su seno se produzca el gran milagro de la vida, la formación, gestación y desarrollo del hijo. Lamentablemente esta cualidad femenina ha sido atacada por el feminismo radical y la ideología de género, que pretenden hacer ver este don maravilloso como un medio de servilismo o de opresión, echando fuera del escenario al padre, debilitando así a la familia a quién ha sido encargada ser Custodia de la Vida, donde el ser humano se desarrolla en plenitud y amor.

Pongamos a la Familia, Custodia de la Vida, en manos de Santa María, Madre de la Vida, para que nos ayude a construir la civilización del amor y nos de la valentía de testimoniar el Evangelio de la vida.

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