Mons. Reinaldo Nann

viernes, 1 de noviembre de 2013

Todos los Santos


Hoy contemplamos el "misterio de la comunión de los santos" del cielo y de la tierra. No estamos solos; estamos rodeados por una gran nube de testigos: con ellos formamos el Cuerpo de Cristo. El glorioso ejército de los santos intercede por nosotros ante el Señor; nos acompaña en nuestro camino hacia el Reino y nos estimula a mantener nuestra mirada fija en Jesús.

El Evangelio de esta fiesta presenta el anuncio de las "Bienaventuranzas". En realidad, el bienaventurado por excelencia es sólo Jesucristo. En efecto, Él es el verdadero pobre de espíritu, el que llora, el manso, el misericordioso… Las Bienaventuranzas nos muestran la fisonomía espiritual de Jesús y, así, manifiestan su misterio de pasión y de alegría de la resurrección. Este misterio, que es misterio de la verdadera bienaventuranza, nos invita al seguimiento de Jesucristo y así al camino que lleva a ella.

—También nosotros podemos participar de su bienaventuranza. Con Él lo imposible resulta posible: con su ayuda podemos llegar a ser perfectos como el Padre celestial.

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