Mons. Reinaldo Nann

lunes, 7 de octubre de 2013

Papa en Santa Marta: Hay que encontrar a Dios en nuestra historia de cada día



7 de octubre, 2013 (romereports.com) El Papa Francisco celebró Misa para un grupo de periodistas en Santa Marta. Recordó la historia de Jonás, quien recibió un encargo de Dios, pero tuvo miedo y escapó en barco. El Papa invitó a los cristianos a preguntarse si están dispuestos a escuchar a Dios.

Francisco
“Yo me pregunto y os pregunto también a vosotros: ¿dejamos que Dios escriba nuestra vida, o queremos escribirla nosotros? Esto nos habla de la docilidad: ¿somos dóciles a la Palabra de Dios? - Sí, yo quiero ser dócil... ¿Pero eres capaz de escucharla, de sentirla? ¿Eres capaz de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada día o tus ideas son las que te mueven, sin dejar que el Señor te hable?”.

Francisco dijo que también las personas que rezan corren el peligro de cerrar sus oídos a Dios. Y dijo que para escucharlo es decisivo ayudar a quienes sufren.

Texto de la Homilía en español:


Jonás tenía toda su vida bien organizada: servía al Señor, tal vez rezaba mucho. Era un profeta, era bueno, hacía el bien.

Como no quería que se le molestara, con el método de vida que había elegido, en el momento en que oyó la palabra de Dios empezó a huir. Y huía de Dios.

Cuando el Señor le envía a Nínive, él toma la nave rumbo a España. Huía del Señor. Jonás se había escrito la propia historia: “Yo quiero ser así, así, así, según los mandamientos”. No quería ser molestado. He aquí la razón de su “fuga de Dios.

Se puede huir de Dios siendo cristiano, siendo católico, siendo sacerdote, obispo, Papa. Todos podemos huir de Dios. Es una tentación cotidiana: no escuchar a Dios, no escuchar su voz, no oír en el corazón su propuesta, su invitación. 

Se puede huir directamente. Pero hay otras maneras de huir de Dios un poco más educadas, un poco más sofisticadas” (como en la historia del Buen Samaritano): Estaba este hombre, medio muerto, arrojado en el suelo de la vía. Por casualidad un sacerdote bajaba por la misma calle. Un digno sacerdote, con sotana: bien, buenísimo. Vio y miró: Llego tarde a misa..., y continuó su camino. No había oído la voz de Dios, ahí.

Se trata de una manera distinta de huir: no como Jonás, que huía claramente. Después pasó un levita, vio y tal vez pensó: Pero si yo lo tomo o si me acerco, tal vez está muerto, y mañana tendré que ir al juez y dar testimonio. Y pasó más allá. Huía de esta voz de Dios en aquel hombre.

Es curioso que quien tiene la capacidad de entender la voz de Dios sea sólo un hombre que habitualmente huía de Dios, un pecador. En efecto, quien oye la voz de Dios y se acerca al hombre necesitado de ayuda es un samaritano, un pecador lejano de Dios. Un hombre que no estaba acostumbrado a las prácticas religiosas, a la vida moral. Estaba teológicamente en el error, porque los samaritanos creían que a Dios se le debía adorar desde otro sitio, no en Jerusalén.

Pero esta persona entendió que Dios le llamaba; y no huyó. Se hizo cercano al hombre abandonado, vendándole las heridas y derramándole aceite y vino. Después le cargó en la cabalgadura. Pero cuánto tiempo perdido: le llevó a una posada y se ocupó de él. Perdió toda la tarde.

Entretanto el sacerdote llegó al templo para la santa misa, y todos los fieles contentos. El levita tuvo el día después una jornada tranquila, según lo que él había pensado hacer.

¿Y por qué Jonás huyó de Dios? ¿Por qué el sacerdote huyó de Dios? ¿Por qué el levita huyó de Dios? Porque tenían el corazón cerrado. Cuando tienes el corazón cerrado no puedes oír la voz de Dios. En cambio un samaritano, que estaba de viaje, vio a aquel hombre herido y tuvo compasión. Tenía el corazón abierto, era humano. Y su humanidad le permitió acercarse a él.

Jonás tenía un proyecto de su vida: él quería escribir su historia, bien, según Dios. Pero él la escribía, el sacerdote lo mismo, el levita lo mismo. Un proyecto de trabajo. Este otro pecador se dejó escribir la vida por Dios. Cambió todo, aquella tarde, porque el Señor le puso delante a este pobre hombre, herido, tirado en la calle.

Yo me pregunto y os pregunto también a vosotros: ¿dejamos que Dios escriba nuestra vida, o queremos escribirla nosotros? Esto nos habla de la docilidad: ¿somos dóciles a la Palabra de Dios? - Sí, yo quiero ser dócil... ¿Pero eres capaz de escucharla, de sentirla? ¿Eres capaz de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada día o tus ideas son las que te mueven, sin dejar que el Señor te hable?

Estoy seguro de que todos nosotros hoy, en este momento, decimos: pero este Jonás se la ha buscado y estos dos, el sacerdote y el levita, son egoístas. Es verdad: el samaritano, el pecador, ¡no ha huido de Dios! De aquí el deseo de que el Señor nos conceda oír su voz que nos dice: Ve y haz tú lo mismo.

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