Hoy llama la atención que los discípulos no reconozcan a
Jesús en un primer momento. Solamente después de que el Señor les hubo mandado
salir de nuevo a pescar, el discípulo amado lo reconoció. Es, por decirlo así,
un reconocer desde dentro que, sin embargo, queda siempre envuelto en el
misterio.
Después de la pesca, cuando Jesús los invita a comer,
seguía habiendo una cierta sensación de algo extraño ("Ninguno se atrevía
a preguntarle quién era, sabiendo que era el Señor"). El modo de aparecer
corresponde a esta dialéctica del "reconocer" y "no
reconocer": Él es plenamente corpóreo, y, sin embargo, no está sujeto a
las leyes de la corporeidad, a las leyes del espacio y del tiempo. En esta
sorprendente dialéctica, entre verdadera corporeidad y libertad de las ataduras
del cuerpo, se manifiesta la esencia peculiar, misteriosa, de la nueva
existencia del Resucitado.
—Jesús es el mismo —un hombre de carne y hueso— y es
también el "Nuevo", el que ha entrado en un género de existencia
distinto.
Fuente: master·evangeli.net
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