Mons. Reinaldo Nann

domingo, 14 de abril de 2013

Las apariciones de Jesús resucitado a los Apóstoles



Hoy llama la atención que los discípulos no reconozcan a Jesús en un primer momento. Solamente después de que el Señor les hubo mandado salir de nuevo a pescar, el discípulo amado lo reconoció. Es, por decirlo así, un reconocer desde dentro que, sin embargo, queda siempre envuelto en el misterio.

Después de la pesca, cuando Jesús los invita a comer, seguía habiendo una cierta sensación de algo extraño ("Ninguno se atrevía a preguntarle quién era, sabiendo que era el Señor"). El modo de aparecer corresponde a esta dialéctica del "reconocer" y "no reconocer": Él es plenamente corpóreo, y, sin embargo, no está sujeto a las leyes de la corporeidad, a las leyes del espacio y del tiempo. En esta sorprendente dialéctica, entre verdadera corporeidad y libertad de las ataduras del cuerpo, se manifiesta la esencia peculiar, misteriosa, de la nueva existencia del Resucitado.

—Jesús es el mismo —un hombre de carne y hueso— y es también el "Nuevo", el que ha entrado en un género de existencia distinto.

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