Hoy estamos —de nuevo— en el cenáculo, donde Jesús había
instituido la Eucaristía durante la Pascua. Ahí mismo —escondidos por miedo a
los judíos— se reúnen los Apóstoles y se les aparece Jesucristo resucitado. Les
desea la paz, les muestra su Cuerpo y les recuerda que las Escrituras
anticipaban proféticamente aquellos hechos. Y lo más importante: los hace
testigos de estos acontecimientos.
Después de la Ascensión, los Apóstoles predicaron lo que
habían visto de primera mano. Ellos entregaron a las siguientes generaciones
este testimonio. Lo hicieron oralmente, es decir, de viva voz: eso es la
Tradición. Más tarde, estas enseñanzas fueron puestas por escrito, formando el
Nuevo Testamento. Tradición y Sagrada Escritura forman el caudal de un único
"río" (la Revelación) que durante siglos no ha parado de fluir e
influir en el corazón de muchos hombres.
—Espíritu Santo, ilumíname para conocer y entender el
tesoro de la Revelación con el que la Iglesia me guía y protege mi conciencia.
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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