05-04-2013 L’Osservatore Romano
La paz no se compra ni se vende: es un don de Dios. Y lo
debemos pedir. Lo recordó el Papa Francisco el jueves 4 de abril por la mañana,
hablando del “estupor” manifestado por los discípulos de Emaús ante los
milagros de Jesús. La ocasión fue el comentario del pasaje evangélico de san
Lucas (24, 35-48), proclamado en la liturgia de la habitual misa matutina en la
capilla de la Domus Sanctae Marthae, con la participación de empleados del
Vaticano, esta vez de la Tipografía Vaticana.
«Los discípulos que fueron testigos de la curación del
tullido y ahora ven a Jesús —dijo el Pontífice— están un poco fuera de sí, pero
no por una enfermedad mental: fuera de sí por el estupor». ¿Qué es este
estupor? «Es algo —dijo el Santo Padre— que hace que estemos un poco fuera de
nosotros, por la alegría: esto es grande, es muy grande. No es un simple
entusiasmo: también los hinchas en el estadio son entusiastas cuando gana su
equipo. ¿No? No; no es un entusiasmo, es algo más profundo: es el estupor que
surge cuando nos encontramos con Jesús».
Este estupor, explicó el Pontífice, es el inicio «del
estado habitual del cristiano». Ciertamente —destacó— no podemos vivir siempre
en el mismo estupor, pero esta condición es el comienzo que permite dejar «la
impronta en el alma, y la consolación espiritual». En efecto, el estado del
cristiano debe ser la consolación espiritual, a pesar de los problemas,
dolores, enfermedades. «El último peldaño de la consolación —dijo el Papa— es
la paz: se comienza con el estupor, y el tono menor de este estupor, de esta
consolación es la paz». El cristiano, incluso en las pruebas más dolorosas,
nunca pierde «la paz y la presencia de Jesús», y, con «un poco de valentía,
podemos decirle al Señor: “Señor, concédeme esta gracia que es la impronta del
encuentro contigo: la consolación espiritual”». Y, sobre todo —puso de relieve—
«nunca perdáis la paz». Miremos al Señor, quien «tanto sufrió, en la Cruz; no
perdió la paz. La paz, esta paz, no es nuestra: no se vende ni se compra». Es un
don de Dios que debemos pedir. La paz es como «el último peldaño de esta
consolación espiritual, que comienza con el estupor de alegría». Por ello, no
debemos dejarnos «engañar por nuestras u otras imaginaciones, que nos llevan a
creer que esas imaginaciones son la realidad». De hecho, es más cristiano
«creer que la realidad no puede ser tan bella». El Papa concluyó pidiendo la
gracia de la consolación espiritual y de la paz, que «inicia con este estupor
de alegría en el encuentro con Jesucristo».
Con el Pontífice concelebraron, entre otros, los
salesianos don Sergio Pellini, director general de la Tipografía
Vaticana-Editrice L’Osservatore Romano, y don Marek Kaczmarczyk, director
comercial.
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