Hoy los discípulos no parten separados, cada uno por su
cuenta, sino juntos. Y no hablan de asuntos ajenos, sino de lo que había
acontecido: la pasión y la muerte de Jesucristo. La comunión de compañía se
transfigura y se transforma por una comunión de recuerdo, que culminará en una
comunión de hospitalidad, de "comensalidad" y, finalmente, de
captación interpersonal.
Lo impresionante del caso es que “Jesús compañero” de
camino y “Jesús comensal” no es captado en su verdad última hasta que culmina
en “Jesús Eucaristía”, es decir, hasta que no se da a conocer −¡y a comer!— a
Sí mismo “al partir el pan”.
—Señor Jesús, que continúas y continuarás haciendo en tu
Iglesia el gesto de “partir el pan” hasta el fin de los tiempos, concédenos la
gracia de comerte para "serte" y de "serte" para comerte, a
la vez que de "sernos" mutuamente verdaderos hermanos en la comunión
de amor. ¡Amén!
Comentario: Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret
(Vic, Barcelona, España).
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