Mons. Reinaldo Nann

miércoles, 13 de marzo de 2013

El cuarto Evangelio manifiesta directamente que Jesús es el Hijo de Dios



Hoy, centramos nuestra atención en la imagen de Jesús según el cuarto Evangelio. En el "Jesús de los sinópticos" (primeras tres semanas de Cuaresma) el misterio de su unidad con el Padre está siempre presente y lo determina todo, pero permanece oculto bajo su humanidad. De esto se percataron progresivamente (también de forma inesperada en algunos momentos) sus discípulos y sus adversarios.

En el Evangelio según san Juan —donde no oímos parábolas sino grandes sermones centrados en imágenes, y donde el escenario principal de la actuación del Señor se ha trasladado de Galilea a Jerusalén— la divinidad de Jesús aparece sin tapujos. Sus disputas con las autoridades judías del Templo constituyen ya en su conjunto, por así decirlo, el futuro proceso de Jesús ante el Sanedrín, un episodio éste que Juan, contrariamente a los sinópticos, ya no lo considera después como un juicio propiamente dicho.

—Jesús, Tú nos das a conocer a Dios porque eres el Hijo Unigénito que está en el "corazón" del Padre (cf. Jn 1,18).

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