Mons. Reinaldo Nann

miércoles, 13 de marzo de 2013

El criterio que seguirá el nuevo Papa para elegir su nombre



13 de marzo, 2013 (romereports.com) El cambio de nombre tiene una explicación teológica fundada en la Biblia. Dios cambiaba de nombre a las personas que asignaba una misión especial, por ejemplo a Abraham. También Jesús a algunos apóstoles como San Pedro o San Pablo les cambió el nombre al asignarles su misión.

Se entiende, por tanto, que los Papas cambien de nombre cuando son elegidos para ser sucesores de San Pedro.

La elección del nombre es una decisión muy personal que puede estar motivada por diferentes factores. Uno de ellos es la cercanía afectiva. Es frecuente que tomen el nombre de alguno de sus predecesores cercanos. Juan Pablo I quiso unir los nombres de Juan XXIII y de Pablo VI. Juan Pablo II dio continuidad a su predecesor.


Benedicto XVI, tomó como referencia a Benedicto XV el Papa que tuvo que mediar en la Primera Guerra Mundial.

Si el nuevo Papa opta por esa cercanía temporal puede elegir como nombre Benedicto XVII: sería una señal de continuidad con el pontificado anterior. O Juan Pablo III si su principal inspiración es el espíritu viajero y pastoral del Papa polaco. Podría llamarse Juan XXIV o Pablo VII los papas del Concilio Vaticano II, del que este año se celebra el 50 aniversario de su inauguración.

Hay otros grandes Papas que han generado una larga estela de repeticiones. Uno de esos nombres es León. León XIV sería el nombre del nuevo Papa si este quisiera rendir homenaje a León XIII, el Papa que en plena crisis social durante la revolución industrial puso en marcha la doctrina social de la Iglesia.

Gregorio XVII sería un buen nombre si el nuevo Papa quisiera reestructurar la gestión de la Iglesia para hacerla más operativa. San Gregorio Magno y San Gregorio VII son una referencia en ese ámbito.

Pero podría ocurrir que el nuevo Papa estrenara un nuevo nombre. Así lo hizo Juan Pablo I rompiendo una inercia de más de mil años. El último Papa con nombre original fue Landón I en el año 913.

Si el nuevo Papa quisiera estrenar nombre podría introducir alguno de fuerte tradición cristiana que nunca haya sido utilizado por los Papas como Luis I, Francisco I, Javier I, Ignacio I o Tomás I, todos recuerdan a grandes santos y serían bien recibidos por los católicos.

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